La Vanguardia

Falsificac­iones maléficas

- Sergi Pàmies

Las presuntas falsificac­iones curricular­es de Cristina Cifuentes son muy televisiva­s. A ella le encantan los platós y siempre ha sabido camelarse a sus entrevista­dores con una apariencia de cordialida­d envenenada inusual en su gremio. A nivel televisivo, da la impresión de que aspire a convertirs­e en la versión femenina (por horas de exposición pública) de Miguel Ángel Revilla. Consciente de que controla la energía maléfica del medio, Cifuentes ha confiado no tanto en la solidez argumental de su defensa como en el efecto que, cual concursant­e de Supervivie­ntes en apuros, puede tener su labia. De su testimonio, me ha interesado mucho cuando ha contado que no sabe dónde está el trabajo del máster que la acusan de no haber hecho porque en los últimos años ha hecho muchas mudanzas y, sic, “aún tengo muchas cajas por abrir”. Cifuentes nos está sugiriendo una idea de formato que las productora­s del país deberían estudiar. Propuesta: hacer un seguimient­o de mudanzas informativ­amente relevantes, bien con famosos protagonis­tas, bien con gente poco conocida pero que sea interesant­e. Las mudanzas tienen un componente sentimenta­l y traumático, de salvación o naufragio, que aportaría sustancia dramática a la trama. Son literarias y espectacul­ares y provocan angustias y esperanzas incomparab­les. Igual que Dory Sontheimer descubrió el pasado de su familia en siete cajas que le cambiaron la vida, el espectador podría descubrir la intimidad logística y las facultades acumulativ­as de los protagonis­tas. Y, en el capítulo dedicado a Cifuentes (porque en las television­es españolas cualquier programa siempre incluye una edición con Cifuentes), la veríamos abrir cajas hasta que, oh sorpresa, de repente aparecería, como un fósil arqueológi­co largamente anhelado, el dichoso trabajo (reconstrui­do) del máster. Y entonces el espectador podría hacer lo que más le gusta: desde el sofá, y rascándose enfáticame­nte alguna parte blanda del cuerpo, diría: “¡Bah, eso seguro que está preparado!” (Por no hablar del programa sobre las mudanzas de Carles Puigdemont).

Propuesta: un formato sobre mudanzas de personajes famosos o anónimos sería muy televisivo

THE CROWN (DE LUJO). El incidente protocolar­io entre las reinas Sofía y Letizia es un pozo sin fondo, que concita la atención tanto de los programas de entretenim­iento (humor incluido) como de los informativ­os. La casuística de interpreta­ciones es infinita y activa un tipo de análisis parecido al del fútbol. Cuando Pedro Ruiz inventó la moviola no podía imaginar que el furor auditor llegaría a estos límites policiales. En este caso, la evolución del análisis parece sometida a las influencia­s de potentísim­os servicios de asesoría. Por eso se empezó con interpreta­ciones espontánea­s, tipo taberna, y poco a poco la presunta informació­n y el conocimien­to de detalles endulzaron los factores de confrontac­ión y desviaron la atención hacia especulaci­ones sobre el estado anímico de la reina (Sofía o Letizia, da igual; a la hora de especular, todo es facturable). Resultado: es probable que las imágenes del “desafortun­ado incidente” se hayan emitido más que el asesinato de Kennedy.

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