Falsificaciones maléficas
Las presuntas falsificaciones curriculares de Cristina Cifuentes son muy televisivas. A ella le encantan los platós y siempre ha sabido camelarse a sus entrevistadores con una apariencia de cordialidad envenenada inusual en su gremio. A nivel televisivo, da la impresión de que aspire a convertirse en la versión femenina (por horas de exposición pública) de Miguel Ángel Revilla. Consciente de que controla la energía maléfica del medio, Cifuentes ha confiado no tanto en la solidez argumental de su defensa como en el efecto que, cual concursante de Supervivientes en apuros, puede tener su labia. De su testimonio, me ha interesado mucho cuando ha contado que no sabe dónde está el trabajo del máster que la acusan de no haber hecho porque en los últimos años ha hecho muchas mudanzas y, sic, “aún tengo muchas cajas por abrir”. Cifuentes nos está sugiriendo una idea de formato que las productoras del país deberían estudiar. Propuesta: hacer un seguimiento de mudanzas informativamente relevantes, bien con famosos protagonistas, bien con gente poco conocida pero que sea interesante. Las mudanzas tienen un componente sentimental y traumático, de salvación o naufragio, que aportaría sustancia dramática a la trama. Son literarias y espectaculares y provocan angustias y esperanzas incomparables. Igual que Dory Sontheimer descubrió el pasado de su familia en siete cajas que le cambiaron la vida, el espectador podría descubrir la intimidad logística y las facultades acumulativas de los protagonistas. Y, en el capítulo dedicado a Cifuentes (porque en las televisiones españolas cualquier programa siempre incluye una edición con Cifuentes), la veríamos abrir cajas hasta que, oh sorpresa, de repente aparecería, como un fósil arqueológico largamente anhelado, el dichoso trabajo (reconstruido) del máster. Y entonces el espectador podría hacer lo que más le gusta: desde el sofá, y rascándose enfáticamente alguna parte blanda del cuerpo, diría: “¡Bah, eso seguro que está preparado!” (Por no hablar del programa sobre las mudanzas de Carles Puigdemont).
Propuesta: un formato sobre mudanzas de personajes famosos o anónimos sería muy televisivo
THE CROWN (DE LUJO). El incidente protocolario entre las reinas Sofía y Letizia es un pozo sin fondo, que concita la atención tanto de los programas de entretenimiento (humor incluido) como de los informativos. La casuística de interpretaciones es infinita y activa un tipo de análisis parecido al del fútbol. Cuando Pedro Ruiz inventó la moviola no podía imaginar que el furor auditor llegaría a estos límites policiales. En este caso, la evolución del análisis parece sometida a las influencias de potentísimos servicios de asesoría. Por eso se empezó con interpretaciones espontáneas, tipo taberna, y poco a poco la presunta información y el conocimiento de detalles endulzaron los factores de confrontación y desviaron la atención hacia especulaciones sobre el estado anímico de la reina (Sofía o Letizia, da igual; a la hora de especular, todo es facturable). Resultado: es probable que las imágenes del “desafortunado incidente” se hayan emitido más que el asesinato de Kennedy.