Siempre nos quedará Nadal
El balear derrota a Kohlschreiber e iguala el cruce ante Alemania, inspirada por Zverev
Hace casi un año, Sasha Zverev aparecía en Barcelona, en el trofeo Godó.
Venía cariacontecido.
Días antes, en los octavos de final de Montecarlo, había recibido un rapapolvo. Rafael Nadal le había clavado un doble 6-1. En Barcelona, ante la prensa, aquel enfurecido Zverev dijo:
–Una de las principales razones por las que he venido a Barcelona es porque Nadal está aquí.
Había un punto arrogante, revanchista, en aquel discurso. Al fin y al cabo, entonces Zverev apenas era el 21.º jugador del mundo. Aún tenía veinte años y mucho por demostrar.
Luego, en la tercera ronda, Chung eliminó al alemán. Y entonces, Nadal dijo la suya: –Para conseguir llegar arriba hace falta humildad. Con los pies en el suelo se llega lejos. No conozco a Zverev lo suficiente como para saber si los tiene. Pero me parece extraño que dijera aquello, que fuera a un torneo para enfrentarse a alguien. Yo no lo he hecho en mi vida. Yo decido un torneo según el calendario, o la fase de la temporada...
Ahora, en fin, este Zverev ya es otro tenista. El cuarto del mundo. Tiene dos títulos en tierra, ambos del año pasado: ha ganado en Roma y en Munich. Y se ha presentado en València hecho un ciclón. Que se lo digan a David Ferrer. Qué mal día vivió ayer Ferrer. Ferrer tiene 36 años y un aire cansino, como de otra época. Sigue ofreciendo ese tenis académico, de método y escasa imprevisibilidad, apenas un aguijonazo en la piel de Zverev, que no se inmutó. Lo que hizo el alemán fue mover a Ferrer, sacarlo de su zona de confort: le prohibió el quedarse al fondo de la pista. Descolocado, Ferrer transigió. Podría decirse que Zverev es un tenista moderno, posiblemente un modelo de lo que nos depara el futuro. Un tipo de casi dos metros (1,98 m) que saca bien y ofrece detalles de solidez. Un jugador un punto austero, nada que enloquezca a la concurrencia, pero extraordinariamente eficaz.
Sentado en el banquillo, Sergi Bruguera tragó saliva. El capitán del equipo español vio ahí un ogro. Zverev ha llegado para quedarse. Y Nadal marcará la vara de medir. Con el choque de dobles de por medio, el duelo entre Nadal y Zverev, mañana, determinará el resultado de esta eliminatoria, que se antoja muy igualada.
Como para abrir boca, Nadal aplacó a Kohlschreiber, algo de lo que nadie dudaba. Pese a rendir a medio gas, ganó de forma contundente, muy en la línea de lo que determina el ranking. Nadal es el líder mundial. Kohlschreiber, el 34.º. El balear dijo que había jugado a un nivel regular, “por debajo de lo que me he entrenado en estos días”, pero se declaró aliviado, listo para la batalla final.
La noticia es magnífica. De entrada, nos dice que sus problemas musculares se han esfumado: Nadal llevaba dos meses fuera de juego, consecuencia de su lesión en el psoas. Su reaparición llega en el momento justo, en vísperas de la fase de tierra, que es cuando debe defender un porrón de puntos. El año pasado ganó en Montecarlo, Barcelona, Roma y Roland Garros, todo de un tirón. Renunciar a esos torneos le hubiera lastrado en el ranking.
Tan fino se vio, que Bruguera se plantea su presencia en el dobles de hoy, junto a Marc López (frente a Struff y Puetz). Nadal y López son una pareja con pedigrí, la última campeona olímpica.
–Esta noche vamos a hablar de las diferentes combinaciones que puedo hacer –dijo Bruguera, antes de apagar la luz.
AGUIJONAZOS
El juego de Ferrer fue previsible, apenas una picadura ante la solidez de Zverev, ya maduro
LA DUDA
Bruguera se plantea incorporar a Nadal en el dobles de hoy, junto a Marc López