La Vanguardia

Existencia­lista y cómica

- JAUME COLLELL

Monica Vitti es una actriz doble. Por un lado representa a la mujer moderna de los sesenta, angustiada y existencia­l, y por otro lado encarna a la italiana bufonesca y de carácter burlón que provoca la risa del público. Siempre peculiar, de mejillas pecosas, voz áspera, piernas esbeltas, nariz larga y gruesa, mirada pícara y pelo ligerament­e despeinado, la artista se retiró de la profesión en los noventa. En público se la vio por última vez en el 2002. Aquejada de alzheimer, vive en su ciudad natal, Roma, bajo el cuidado de sus familiares.

Nacida con el nombre de Maria Luisa Ceciarelli en noviembre de 1931, de padre con raíces sicilianas y madre boloñesa, estuvo viviendo de niña ocho años en Messina. La llamaban “la siete vestidos” porque jugaba con ponerse una pieza de ropa encima de la otra.

La guerra mundial le estimuló la pasión artística. Así desafiaba la oscuridad del momento distrayend­o a sus hermanos con pequeñas representa­ciones de títeres. Con catorce años debutó en el teatro interpreta­ndo el papel de una madre que pierde el hijo en el combate. En 1953 se diplomó en la Academia Nacional de Arte Dramático y pronto se atrevió con las obras de Shakespear­e y Molière.

Aconsejada por Sergio Tofano, maestro suyo en la academia, adoptó el nombre artístico de Monica Vitti, derivado del apellido materno, Vittiglia, al que antepuso el patronímic­o Monica, que le sonaba mejor. Forjada ya en papeles cómicos fue descubiert­a para el cine por Michelange­lo Antonioni con quien mantuvo una intensa relación artística y sentimenta­l.

Así se puso en la piel de los atormentad­os y neuróticos personajes femeninos que el director diseccionó en la llamada tetralogía que aborda la incomunica­ción humana: La aventura (1960) al lado de Gabriele Ferzetti, La noche (1961) junto a Marcello Mastroiann­i y Jeanne Moreau, El eclipse (1962) con Paco Rabal y Alain Delon y El desierto rojo (1964) que tuvo a Richard Harris de coprotagon­ista.

El perfil comediante de Monica Vitti alcanzó la cima con La ragazza con la pistola (1968) de Mario Monicelli, a parte de sus películas junto a Alberto Sordi, como en Esa rubia es mía (1973), y sus juegos interpreta­tivos con Ugo Tognazzi, Vittorio Gassman, Roberto Benigni, Tony Curtis, Claudia Cardinale, JeanPaul Belmondo…

La actriz ha sido dirigida entre otros por Roger Vadim, Joseph Losey, Ettore Scola, Luis Buñuel, Tinto Brass y Franco Rossi. Un abanico estilístic­o que desvela sin ambages el antimétodo que profesan los actores mediterrán­eos frente al escenario y las cámaras.

Ella misma ha reivindica­do la necesidad de improvisar y de fiarse del instinto en el momento de abordar un personaje. Se trata de jugar, más que de sufrir, para entrar así en el plató con las incógnitas a cuestas, lejos del sistema norteameri­cano del Actor’s Studio que busca llegar a un estado de ánimo a través de un proceso cerebral. Vitti nunca ha considerad­o su profesión como un trabajo importante o trascenden­te, sino como algo divertido que le ha proporcion­ado placer. Ella, desde pequeña, hacía reír a todo el mundo empezando por su madre.

Con Antonioni, y su cine introspect­ivo como pecado de juventud, vivió en pareja durante años. Después se relacionó con el director de fotografía Carlo di Palma, con quien hizo tres películas a mediados de los setenta. Finalmente se unió a Roberto Russo, fotógrafo y director, con quien se casó en el 2000 después de 27 años de noviazgo. No tiene hijos. Russo desmintió en enero que la actriz de 86 años estuviera internada en una clínica suiza. Dijo que Monica Vitti vive en la casa que ambos tienen en Roma, y que se ocupa de ella con la ayuda de una cuidadora.

Los artistas tienen el privilegio de perdurar más allá de ellos mismos. Ella, que nunca fue ni muy fotogénica ni muy voluptuosa, que se definía como una rubia astigmátic­a y glotona, ha demostrado que la comicidad máxima nace del drama más profundo y ha dejado el testimonio de que siempre se vuelve al teatro, a pesar de hacer cine, porque es donde se encuentra la raíz de un oficio que para los italianos es tan natural como tomarse un vermut un día cualquiera.

La actriz, que se retiró en los noventa, tiene alzheimer y vive en Roma, bajo el cuidado de sus familiares

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MONDADORI PORTFOLIO / GETTY
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MARCO RAVAGLI / AP Arriba, una foto de Monica Vitti en su casa de Roma en 1962. En color, con el Globo de Oro que ganó en el 2000
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