El ritmo de Rajoy
HACE un siglo el periódico parisino L’Intransigeant preguntó a sus lectores a qué dedicarían sus últimas horas si supieran que el mundo estaba a punto de acabar de manera catastrófica. Entre quienes respondieron a la cuestión figuraba Marcel Proust, que se deleitó con el reto planteado por el diario: “Creo que la vida se nos antojaría súbitamente maravillosa ante la amenaza del final que ustedes sugieren. Basta con pensar cuántos proyectos, viajes, romances, estudios, nos oculta nuestra vida, volviéndolos invisibles por nuestra pereza que, segura de un futuro, no cesa de aplazarlos”. La conclusión de su escrito era clara: necesitamos tener conciencia de un final para centrar nuestra atención en el presente. Buena parte de lo que hacemos lo llevamos a cabo de forma rutinaria. El hábito es el mayor enemigo del pensamiento consciente. Deberíamos pensar más atenta y profundamente en el presente cuando nos encontramos en él.
Viendo lo ocurrido este fin de semana en la convención nacional del PP, haría bien la cúpula del partido en agarrase al presente. Voltearlo y buscar soluciones para el corto y medio plazo. La reunión del partido conservador en Sevilla debía de suponer un reconstituyente en un momento en que las encuestas anuncian el sorpasso de Cs. Pero no se esperan movimientos. El PP perdió la oportunidad de cambiar caras en el Gobierno con la marcha al BCE de Luis de Guindos. En los últimos días, el máster regalado a Cifuentes y la libertad inesperada de Puigdemont han sido dos duros golpes que habrían podido convertirse en oportunidad si se hubiera apostado por la audacia. Al presidente español no se le puede meter prisa. Incluso la foto en la que ayer se le veía junto al presidente de Nuevas Generaciones en cintas de correr con el cartel #sigueelritmodeRajoy andaba con parsimonia. Como sugería Proust, a lo mejor la conciencia del final, puede empujar a abordar los retos del presente.