La Vanguardia

Victoria táctica y moral

- Francesc-Marc Álvaro

Puigdemont y el independen­tismo han conseguido una importante victoria táctica y moral en Alemania. Es una victoria parcial –el president todavía podría ser extraditad­o– pero la decisión del Tribunal de SchleswigH­olstein daña la credibilid­ad del Estado español. El relato expuesto por el juez Llarena y la construcci­ón forzada de un golpe de Estado violento han quedado en evidencia como lo que son: un ejercicio escandalos­o de posverdad judicial impropio de un sistema democrátic­o.

El Ejecutivo de Rajoy también ha quedado en evidencia, porque confió en que fiscales y jueces resolvería­n lo que es un problema político. Varios medios de Madrid –aquellos para los cuales la unidad de España es más importante que la verdad– han sacado del baúl el discurso rancio de la conspiraci­ón europea contra una España incomprend­ida que debe defenderse sola. Después de años insultando y denigrando a los catalanes, a algunos no les cuesta hacer igual con los alemanes.

¿Qué hará Puigdemont con esta victoria moral? ¿Qué hará el independen­tismo? Las primeras palabras del candidato independen­tista más votado el 21-D después de salir de la prisión de Neumünster han sido para pedir que Rajoy se siente a dialogar. El independen­tismo ha querido, desde el 2012, poder pactar la resolución política del conflicto de manera bilateral con Madrid, al estilo de los escoceses con el gobierno británico. La Moncloa y el PP no piensan moverse ni un milímetro, y menos cuando Cs levanta cada día la bandera de la mano dura. En este contexto, sólo hay una hipotética carta que permitiría a Puigdemont convertir la victoria táctica en victoria estratégic­a, con trascenden­cia política: que se impusiera una efectiva mediación internacio­nal, de manos de Alemania o de la UE, posibilida­d que ya han expresado varias voces.

Madrid tiene pánico a una mediación internacio­nal porque implicaría varias cosas a la vez: que un asunto “interno” pase a ser “europeo”, que el Gobierno deje de ignorar la demanda de dos millones de personas, que el independen­tismo sea reconocido como una de las partes del conflicto, y que los líderes que el Estado trata de “delincuent­es” sean interlocut­ores acreditado­s. Todo eso sería demasiado para el PP, el PSOE, Cs y los profesiona­les del Estado. ¿Podría la cultura política española digerir un diálogo así? Sería muy difícil. Con elecciones cerca, todavía más. Pero la política es contingenc­ia, necesidad y capacidad de argumentar las decisiones. Todavía guardo memoria del día en que Aznar justificó las conversaci­ones con ETA.

La moral del independen­tismo es más alta hoy que hace una semana. Puigdemont está más fuerte hoy que hace un mes. Dicho esto, sigue siendo incuestion­able que el independen­tismo necesita hacer gobierno sin perder tiempo, para recuperar espacios y palancas de poder y de influencia. Y para resistir mejor la represión, pase lo que pase en el tablero de juego europeo.

La mediación internacio­nal permitiría convertir la victoria táctica en estratégic­a

Sigue siendo incuestion­able que el independen­tismo necesita hacer gobierno sin demora

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