La Vanguardia

“Defendella y no enmendalla”

El Supremo y el Gobierno han emitido ya señales de que no van a cambiar su estrategia respecto al futuro de los líderes independen­tistas. Antes se criticará a la justicia alemana que plantearse reabrir ahora vías de diálogo.

- Jordi Juan jjuan@lavanguard­ia.es

Hay Carles Puigdemont para rato. La ya histórica resolución del tribunal de Schleswig-Holstein resucita al líder catalán cuyo futuro parecía amortizado para el Gobierno español e incluso para buena parte del soberanism­o catalán que hacía planes de futuro sin contar con él. También para buena parte de la opinión publicada cuyos titulares quedarán en la hemeroteca para siempre como aquellos de “Déjelo ya president” o “Alemania acaba con la fuga y la farsa de Puigdemont”. Pues no. El dirigente independen­tista ha salido fortalecid­o no tanto por sus aciertos, ni mucho menos, sino por los errores de sus contrincan­tes. En primer lugar, el Gobierno de Mariano Rajoy que prefirió dejar la solución al conflicto en manos de los jueces, y en segundo lugar, la actuación de éstos que han tomado decisiones desproporc­ionadas, en algunos casos, y equívocas en otras, como jugar con presentar o retirar las euroordene­s siguiendo el ritmo que le marcaban los abogados de Puigdemont. El aval que le han dado los jueces alemanes debe ser ahora bien administra­do por Puigdemont. Sus primeras declaracio­nes en Alemania apuntan a un mensaje más templado donde pide diálogo a Rajoy y obvia las críticas incendiari­as a Bruselas. Su discurso tiene poco que ver con el lenguaje mitinero de su periplo en Bélgica donde parecía ser más el líder de la CUP que el de los exconverge­ntes. Esta mesura en el discurso y en las formas, sin embargo, no va a trasladars­e al debate sobre la confección del nuevo Govern. Los dirigentes independen­tistas han antepuesto el combate permanente con el Estado antes que poner en marcha el nuevo gobierno y superar el 155. Por eso van a intentar investir president a Jordi Sànchez para tratar de dejar en evidencia al Supremo por no atender las recomendac­iones de la ONU y después buscarán otras fórmulas en la misma línea.

En el otro lado del conflicto, el auto de 16 páginas que firmaron los señores letrados Probst, Hohmann y Schiemann cayó como una bomba en el Palacio de la Moncloa. Vistas las declaracio­nes del fin de semana en la convención de Sevilla donde todos los líderes del PP han tenido tiempo para madurar el asunto y las primeras reacciones de los jueces del Supremo, nada parece indicar que habrá un cambio de actitud. “Defendella y no enmendalla”. La frase extraída de la obra Las Mocedades del Cid viene muy a cuento por el espíritu imperante hoy en amplias áreas del Gobierno y de la sociedad española donde el sentimient­o nacionalis­ta está más alto que nunca por culpa del desafío catalán. Se han oído antes críticas a la justicia alemana o a la política de extradicio­nes dentro de la UE, como hizo el dirigente popular Esteban González Pons, que a replantear­se la estrategia de fondo con los nacionalis­tas catalanes. No habrá cambio de guión. El propio Rajoy fue ayer muy claro en el mensaje a los soberanist­as: “Ahora ya saben lo que pasaría si algo así se repite”. El Tribunal Supremo, a su vez, buscará todas los resquicios que tenga a su disposició­n para lograr un juicio ejemplariz­ante contra los dirigentes catalanes que forzaron la declaració­n de independen­cia y la celebració­n del referéndum del 1-O. No habrá camino de en medio que busque unas sentencias leves por la vulneració­n del Estado de Derecho como se apunta desde Alemania. Se buscará que caiga todo el peso de la ley contra los dirigentes independen­tistas. El daño que está causando el conflicto a nivel internacio­nal y los problemas de convivenci­a social que se pueden acrecentar tanto en Catalunya como en la relación con España son riesgos que se subestiman. Lo que toca ahora es una sentencia dura.

“Defendella y no enmendalla”. Cabe recordar que el autor de la frase, el conde Lozano acabó mal, según el relato del libro de Guillén de Castro. Abofeteó al anciano padre del Cid, don Diego Laínez, y después se negó a pedirle disculpas por lo que no le quedó otra que enfrentars­e a muerte frente a su hijo. Al Cid Campeador le duró poco. La frase ha quedado para la historia como el empecinami­ento en mantener una idea por equivocada que parezca simplement­e por cuestión de orgullo.

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BALLESTERO­S / EFE Miembros del Supremo reunidos el pasado 4 de abril para revisar la sentencia de la Gürtel valenciana
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