La Vanguardia

El tamaño del alma

- Joana Bonet

Ocurrió cuando era muy joven y empezaba a coger aviones por trabajo. Llegué tarde al embarque; atasco, accidente, nervios. La azafata me dijo que la puerta estaba cerrada, y me sofoqué, sentí un clavo en el estómago. Tenía la entrevista de mi vida, o eso creía entonces. El avión aún estaba en tierra, el finger cosido, y entonces le dije a la mujer que se escudaba en que sólo hacía su trabajo: “Estoy segura de que si se tratara de un ministro o de alguien importante, y no de una don nadie como yo, usted le abriría la puerta. ¿Por qué a ellos sí, y a mí no?”. Y aquella mocosa subió al avión.

Tienen santa razón los podemitas: el caso Cifuentes rebosa cultura de casta. Lo afirma la diputada de la Asamblea madrileña Lorena RuizHuerta, que las clava en tono bajo: la inmoralida­d que supone el privilegio, incuestion­able, del pez gordo que está por encima de todo y de todos. “Estamos gobernados por lo peor de Madrid”, repiten los de la formación morada. Y sirven la imagen en bandeja: la cara dura de la aún presidenta de la Comunidad –a quien presuntame­nte le brindaron un máster a medida para hinchar su currículum– frente al esfuerzo

Tienen santa razón los podemitas: el caso Cifuentes rebosa cultura de casta

de los chavales que se curran trabajos y exámenes, que se sientan en un pupitre para sumar horas y créditos, almax e ibuprofeno­s, apuntes y calificaci­ones ante un futuro incierto, y aun así avivan su ansia de querer ser mejores. “¿Es más importante lucir un currículum y ostentar un máster supuestame­nte no cursado que trabajar honestamen­te por el bien común? ¿No es más importante decir la verdad que exhibir títulos que no han supuesto para uno mismo esfuerzo y conocimien­to?”, se preguntaba en voz alta el portavoz del PSOE en la Cámara y catedrátic­o de Filosofía, Ángel Gabilondo.

Y justo cuando asistimos a este espectácul­o tan poco ejemplar, una anomía del modelo de vida, según la filosofía de Javier Gomá, aflora la relación pantagruél­ica del poder con los chanchullo­s. Casi nos habíamos olvidado de la casta, palabra silenciada por mandato de la cocina ideológica de Podemos cuando, por inteligenc­ia política, se quiso dar unos cuantos pasos atrás respecto al discurso populista. Digamos que hubo propaganda contra las élites y sus ventajas, los logros conseguido­s gracias a determinad­o tipo de influencia: apellidos, cargos, dinero. Un auténtico cambio de mentalidad, junto al surgimient­o de nuevos partidos y el afloramien­to de un activismo ciudadano, que ha ido oxidando la palabra privilegio. Su estética es rancia, pues no se apoya en los principios democrátic­os del bien común ni la igualdad. Es exclusiva y discrimina­dora. Está desprovist­a de frescura e improvisac­ión, aunque no debemos confundirl­a con el respeto ni el reconocimi­ento de aquellos que se han ganado a pulso que les cedamos el paso. Y no por ser mujer, hombre, rico o famoso, sino por el tamaño de su alma.

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