Vocabulario fotográfico
Muchos elementos tradicionales de la fotografía analógica han cambiado; los negativos fueron borrados del mapa por míster Píxel
Los fotògrafos publican libros de “santos”, que es como mi abuela llamaba a las páginas con fotos, aunque fueran del Interviu .En cambio, el amigo Jordi Ribó, el fotógrafo de Granollers que hizo correr a Llullu en las últimas páginas de Quieto, publica ahora el libro La fotografia i la mare que els va parir (Alpina, 2018) y sólo incluye une pequeñita: la foto de solapa, suya (sale de cara) y no suya (la firma X. Solanas). El resto del libro son palabras e ilustraciones coloreadas de Pau Farell. Ribó ha fotografiado a media comarca de cada Vallès. Grupos de amigos, parejitas, bodas, embarazadas barrigonas, niños creciendo hasta la pubertad, rebodas, músicos en concierto, actrices en camerino, atletas a punto de correr la Mitja, abuelas haciendo media, políticos para su cartel electoral... Ribó fotografía todo lo que se mueve. Es, sobre todo, un fotógrafo del movimiento. Y un torbellino, también, tal como se puede comprobar cuando describe su vida tras buenos objetivos desde la década de los ochenta. La dimensión social de su trabajo se compagina con la técnica, descrita con precisión antes y después de la brecha digital, que responde con contundencia a dos de las acepciones de brecha en catalán: “Abertura que practica la artillería en una muralla” y “Paso estrecho entre montañas”.
El viajero Ribó, como todo el mundo, tuvo que adaptarse al paso estrecho del carrete a la tarjeta, en pos de una mayor calidad incontestable. La esencia de la fotografía sigue siendo la luz. Sin luz no hay fotografía, y sin fotómetros no la podríamos medir. Todas las CDR (cámaras digitales reflex) deben tener una buena óptica: objetivo, obturador y disparador (mecanismo no violento que acciona el obturador para que deje entrar la luz al interior de la CDR durante un tiempo determinado). Pero muchos de los elementos tradicionales de la fotografía analógica han cambiado. Los negativos, por ejemplo, fueron borrados del mapa por míster Píxel, y ya no se usan ni carretes ni película, sino tarjetas de memoria. También se han esfumado los entrañables contactos, el equivalente analógico a la función de vista previa miniaturizada que permitía elegir qué fotos revelar y cuáles no cuando no se podían valorar por pantalla. Otra víctima de la era digital es el ASA. Antes, la sensibilidad de una película se medía en la escala de la American Standard Association. Sostiene Ribó que si ibas a alta montaña, a un lugar muy luminoso, necesitabas 25 ASA (kodakchrome que sólo revelaban en Madrid) y en entornos de una oscuridad extrema, 3.200 ASA. Así o asá. Cuando la foto acaba en papel, se requieren buenas impresiones. Y lamentablemente, resulta demasiado actual aquel viejo chiste de Les Luthiers que en la España actual no hace ni puta gracia: “Las primeras impresiones que tuve al llegar a comisaría fueron las digitales”.