La Vanguardia

Estudiar derecho

- mcamps@lavanguard­ia.es

En los años setenta, cuando aprendíamo­s catalán de modo autodidact­a, descubrí en un libro la palabra dempeus (de pie). Es un cultismo reavivado por la literatura según lo describe el diccionari­o Alcover-Moll (DCVB): “No es palabra usada vulgarment­e, sino que es un arcaísmo resucitado en la lengua literaria moderna”. A pesar de ello, dempeus ha tenido una nueva vida, conviviend­o con el genuino dret: està dreta, posem-nos drets. Y, hay que decirlo todo, también convive con el castellani­smo “de peu”. Es decir, ahora mismo hay tres frentes abiertos.

De entrada, Enric Gomà, en su último libro Control de plagues, avisa sobre la dicotomía “dret/dempeus”, señalando la genuinidad de la primera palabra y el artificio de la segunda: “En nuestros días, dempeus funciona como un calco del castellano de pie, y al mismo tiempo es un cultismo que nos llega desde tiempos remotos, una palabra con un sello catalán incontesta­ble. No se puede pedir más”. Por lo tanto, desde un punto de vista de la evolución de la lengua, parece que hoy con dret ya bastaría y que el cultismo dempeus no aporta nada que valga la pena recuperar. Pero no todo es evolución natural.

Los que se dedican a estudiar las especies –y la lengua también es un ser vivo– saben muy bien que la evolución no sigue una línea recta que avance sin vibracione­s. Existen muchos elementos, espontáneo­s o deliberado­s, que pueden intervenir en ese recorrido y modificarl­o hasta niveles sorprenden­tes. Da la impresión de que es el caso de

dempeus.

Por una parte, está la aceptación popular de la palabra, quizá por su sonoridad contundent­e, en contraposi­ción a dret que, como el castellano derecho,

tiene otros significad­os: tanto estudia derecho quien lo hace erguido como quien va a la facultad de Derecho. Y de la otra, hay una cuestión de género gramatical incuestion­able: “Una dona s’està dreta, un home s’està dret i tots dos estan dempeus”.

En los tiempos que corren, este matiz no es nimio. Como tampoco lo es que a los que escriben blogs en internet a mí me guste más llamarlos en catalán

blogaires (sin marca de género) que bloguers y blogueres. Y no es casual que los de la CUP formaran el adjetivo con este mismo sufijo: cupaire, igual en masculino y en femenino.

En la última campaña electoral catalana, la del 155, los de la CUP utilizaron sólo una palabra como eslogan: “Dempeus!”. Es lógico que optaran por la forma culta y no marcada con respecto al género gramatical, porque si hubieran abrazado la genuinidad –usando la opción dret–, les habría salido un eslogan muy lejos de sus objetivos, dado que lo habrían hecho en femenino: “Dretes!” (¡Derechas!). Y eso sí que no.

Hay tres frentes abiertos: el genuino ‘dret’, el culto ‘dempeus’ y el castellani­smo ‘de peu’

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Magí Camps

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