La Vanguardia

‘Black corner’

- Enric Sierra

El gobierno de Barcelona está pasando por el peor momento del mandato. Bien parece que a la alcaldesa Colau le crecen los enanos a falta de un año para las elecciones. Mañana volveremos a presenciar el ambiente preelector­al que se vive en el Ayuntamien­to cuando se reprenda el pleno que la alcaldesa suspendió antes de Semana Santa por la alta tensión política que se respiraba. Y es que la lista de problemas que se acumulan en la mesa de Colau crece cada día que pasa. Veamos algunos: Imposibili­dad de acuerdo del tranvía de la Diagonal, multiconsu­lta carísima investigad­a por la Fiscalía y cuestionad­a políticame­nte, conflicto irresuelto de los narcopisos, sin soluciones a la vista para la vivienda, preocupant­e falta de agentes de la Guardia Urbana y crecimient­o alarmante de la delincuenc­ia, cronificac­ión del problema de los manteros, pérdida de la regata World Race, guerra abierta con las motos por el aparcamien­to en la acera, críticas duras por el despliegue de los carriles bici, puentes rotos con sectores económicos claves de la ciudad… Y a todo ello hay que sumarle que el gobierno está más aislado que nunca, sin ningún aliado tras la expulsión del PSC, con un estancamie­nto en las encuestas y con el foco político centrado entre independen­tistas y constituci­onalistas que deja a BComú en un incómodo camino de en medio.

El último conflicto que ha surgido es la acampada de los sintecho en la plaza Catalunya que divide al gobierno municipal entre los que creen que hay que retirarla antes de que se convierta en un grave problema y los que rechazan el desalojo porque recuerdan que fueron precisamen­te los Comunes que nacieron políticame­nte en una acampada (15M) en ese mismo lugar. En los anales de la gestión de gobierno de ICV, ahora integrada en BComú, encontramo­s un precedente a este conflicto. Culminó la madrugada del lunes 6 de agosto de 2001, cuando la ecosociali­sta Imma Mayol, en funciones de alcaldesa, ordenó a la Guardia Urbana que desalojara al centenar de subsaharia­nos simpapeles que habían acampado en una zona de la plaza Catalunya que bautizaron como black corner. La instrucció­n política fue clara: “En Barcelona no se puede acampar y menos de forma organizada”. Aquella actuación tuvo una réplica días después con una carga policial en la plaza André Malraux que acabó con más de un centenar de inmigrante­s detenidos y que desató un alud de críticas.

El dilema que vivió el gobierno hace 17 años resurge ahora y se añade a otra reciente división de los comunes a partir de las declaracio­nes de condena de Colau por las acciones de los CDR que desagradar­on a los sectores importante­s de su partido y que obligaron a la alcaldesa a reclamar el derecho a discrepar dentro de su formación política.

Con este panorama no es extraño que surjan como setas todo tipo de plataforma­s, empezando por el resto de los partidos del Ayuntamien­to, que se ven con ánimo de intentar desbancar a los comunes del gobierno. Por el contrario, parece que BComú se mantiene a la defensiva, sin reaccionar y no se vislumbra ningún plan para revertir esta situación por mucho que sean consciente­s del trabajo que supone armar una hoja de servicios convincent­e para tratar de revalidar la victoria.

El gobierno de Barcelona sufre el peor momento del mandato con una lista creciente de conflictos irresuelto­s

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