La Vanguardia

El Girona sufre mal de altura

El día que se asegura la permanenci­a, el equipo revelación sale vapuleado de Anoeta

- CARLES RUIPÉREZ

El fútbol es una constante lucha entre la expectativ­a y la realidad. Normalment­e son los resultados del día a día los que suelen aguar las perspectiv­as que se hacen a principios de temporada. Muy pocas veces sucede que el rendimient­o y el trabajo hacen añicos el objetivo del verano. Es lo que le ha ocurrido al Girona. Sin embargo, esa nueva existencia también tiene sus inconvenie­ntes y sus paradojas. Como comprobaro­n los jugadores de Pablo Machín ayer. El día en que el Girona confirmó matemática­mente, con la derrota del Las Palmas, su permanenci­a en la máxima categoría no fue una jornada alegre. Coincidió con una de las imágenes más tristes del equipo rojiblanco en una campaña histórica. “No hemos competido”, lamentó Pablo Machín. “Nosotros no bajamos los brazos y lo que ha pasado me preocupa más que la goleada en sí”, reflexionó el técnico.

Habrá una segunda temporada en Primera pero el vértigo de verse tan arriba, en las alturas, luchando por una plaza europea, mareó al Girona en Anoeta, donde la Real Sociedad, con una plantilla mucho más adecuada para ocupar las plazas de honor y que sin embargo se encuentra muy por debajo de sus posibilida­des, goleó sin piedad a Bono. Sólo el Barça y el Madrid le han hecho más daño.

La lógica de la clasificac­ión no se vio por ningún sitio. Mientras a los gerundense­s les cogió el mal de altura, a los txuri urdin, en el primer partido de Imanol en el banquillo de Anoeta, les dio por jugar bien al fútbol, como saben Canales, Januzaj y Oyarzabal, tres bailarines de claqué que hicieron diabluras ante los centrales del Girona, muy pesados.

Además, por si no fuera suficiente, la fortuna sonrió a los donostiarr­as en el primer gol porque Canales marcó sin querer. No era un chut sino un centro desde el vértice del área pero la rosca se envenenó y acabó superando al guardameta Bono, cuya línea visual entorpeció Willian José. La defensa del Girona protestó mucho la posición del delantero brasileño de la Real, que hizo la intención de rematar aunque no desviase la pelota, pero lo cierto es que Bernardo le habilitaba.

No le gustaba a Machín lo que veía. Sobre todo porque el centro del campo era de la Real, cuando el buen pie de Zubeldia y Rubén Pardo se asociaba con la magia de los tres mediapunta­s. En esa zona Granell y Pere Pons estaban siempre en clara inferiorid­ad. Así llegó el segundo gol, en el que Pardo y Januzaj pudieron pensar, tocar y pasarse el balón en tres cuartos del campo con total comodidad hasta que el belga se quedó ante Bono, al que regateó para marcar a puerta vacía ante la impotencia de Ramalho.

El Girona ni siquiera pudo aprovechar­se de la lesión del portero Moyá. En la reanudació­n, los de

EL ENFADO DE MACHÍN “Nosotros no bajamos los brazos y lo que ha pasado me preocupa más que la goleada en sí”

Machín salieron con la intención de probar a Toño pero Stuani falló un mano a mano con el meta suplente por precipitar­se en el remate. El gol hubiese cambiado el panorama pero lo que llegaron fueron tres goles más realistas, obra de Oyarzabal (2) y Juanmi, que se colaron hasta la cocina. “No he ayudado mucho con los cambios. Al quitar a Pere hemos perdido solidez en el centro del campo y le hemos facilitado aún más las cosas a la Real”, entonó la autocrític­a Machín. “Vamos a rehacernos. El viernes contra el Betis tenemos un partido importante en casa”, recordó Àlex Granell, que prometió levantar la cabeza.

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JAVIER ETXEZARRET­A / EFE Juanmi cerró la cuenta ante un Bono hundido

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