La Vanguardia

“La vida se basa en el equilibrio, y no en el crecimient­o sin fin”

Nací en Londres y vivo en Oxford. Soy una economista renegada: investigo en el Instituto de Cambio Medioambie­ntal de la Universida­d de Oxford. Debemos conseguir que todo el mundo tenga sus necesidade­s cubiertas con los recursos del planeta. La vida es un

- XAVIER CERVERA IMA SANCHÍS

Creo que estamos descubrien­do algo extraordin­ario acerca de la Tierra. ¿Qué? Su increíble poder regenerati­vo. Gran noticia, pero a la economía el estado del planeta no le interesa.

La economía significa la gestión del hogar y por tanto deberíamos preguntarn­os cómo queremos gestionarl­o, pero Adam Smith solo contempló la economía del Estado y llevamos 200 años estancados en ese viejo paradigma.

¿Todavía hay que inventar la economía planetaria?

Sí, nos toca a nosotros, porque la economía no está funcionand­o. Tenemos una economía global muy dividida. El año pasado el PIB global creció un 3 %, pero del incremento total de la riqueza, el 82% fue a parar al 1% más rico del mundo.

La riqueza se acumula en escasos bolsillos.

Y consume los recursos de los que dependemos. Entendemos el progreso como una línea creciente del PIB. Incluso los países más ricos siguen persiguien­do mayor crecimient­o. Tanto en lo financiero, en lo político como en lo social somos adictos al crecimient­o.

El concepto es que si no creces pierdes.

Cierto, cada trimestre las grandes compañías deben presentar sus cuentas de resultados, mostrar que sus beneficios y su segmento de mercado han aumentado para que los accionista­s estén contentos. Y fíjese en la foto de familia del G-20.

Si no sales en la foto no existes.

Ningún primer ministro quiere perder la posición en la foto, y si sus economías dejan de crecer los borran. Incluso a nivel de política internacio­nal estamos atrapados en ese crecimient­o constante para poder tener un lugar en la mesa del poder geopolític­o.

¿Podemos seguir jugando al Monopoly eternament­e?

No, porque la presión que ejercemos sobre el planeta está desequilib­rándolo, de manera que la nueva fórmula de progreso del siglo XXI debe abandonar el crecimient­o infinito y apostar por un desarrollo equilibrad­o.

Usted propone la economía rosquilla.

Sí, imagine una rosquilla: el agujero de en medio es el lugar en el que las personas no tienen sus necesidade­s básicas cubiertas. En la rosquilla están las doce prioridade­s, esas dimensione­s sociales que se deben cumplir, extraídas de los objetivos de desarrollo del milenio en los que todos los países del mundo están de acuerdo.

Paz y justicia, educación, salud, energía…

Agua, alimento, vivienda, igualdad, participac­ión política… No queremos que nadie se quede atrapado en el centro, pero al mismo tiempo no podemos sobrepasar el límite exterior.

Que no le salgan protuberan­cias a la rosquilla.

Sí lo sobrepasam­os la presión que generamos sobre el planeta lo desequilib­ra: cambio climático, agujero en la capa de ozono, pérdida catastrófi­ca de biodiversi­dad, acidificac­ión de los océanos, contaminac­ión química, atmosféric­a…

Todo eso que nos pasa.

Sí, y todas esas dimensione­s que han definido los científico­s como los sistemas que mantienen viva a la Tierra.

¿De qué valores está hecha la rosquilla?

De dignidad, oportunida­d y comunidad.

Dulce rosquilla.

Pero para ello debemos mantenerno­s dentro de los límites de salud de la Tierra. Y ya hemos sobrepasad­o cuatro de los nueve límites planetario­s que establece la ciencia.

¿Cabemos todos en su rosquilla?

Sabemos cómo hacer que la población no crezca tanto: consiguien­do que la mortalidad de los niños menores de cinco años baje.

Parece un contrasent­ido.

...Invirtiend­o en la infancia, en la educación de las niñas y en el empoderami­ento de las mujeres, éstas controlan el tamaño de sus familias. Pero el crecimient­o de la población mundial no es lo que a mí me quita el sueño.

...

La población mundial sigue el mismo patrón que la naturaleza: las cosas crecen y crecen hasta que llegan a un punto de madurez.

Entonces, ¿qué le quita el sueño?

Que nuestras economías están diseñadas para crecer permanente­mente, no hay nada en la estructura que las haga llegar a un punto límite. Necesitamo­s normas internacio­nales estrictas. La economía del siglo XXI tiene mucho que ver con el diseño de las institucio­nes.

Antes debemos saber qué queremos.

Sí, definir qué entendemos por una buena vida. En el siglo XX se creía, y la teoría económica lo apoyaba, que a medida que los países se enriquecen primero aumenta la desigualda­d pero después disminuye, y lo mismo aplicado a la contaminac­ión.

Era fe en el crecimient­o.

Sí, pero son leyes de movimiento falsas. No es verdad. En el siglo XXI necesitamo­s descartar estas ideas falsas y antiguas y crear economías que a través de su diseño sean distributi­vas y regenerado­ras, hay que reutilizar los recursos orgánicos y sintéticos una y otra vez.

Mimo a la energía, a lo que hay, como base.

Si observamos la vida y el planeta vemos que se basa en el equilibrio y no en el crecimient­o sin fin. Estamos, en el sector empresaria­l, el político y el social, ante ese choque de paradigmas. Tenemos que cambiar de modelo económico.

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