De Sófocles a Eurípides
Lluís Pasqual dirige en el Teatre Lliure una sintética ‘Medea’ de tan sólo una hora con Emma Vilarasau como protagonista
Tres grandes tragedias griegas han aterrizado en la cartelera barcelonesa en pocas semanas: primero Las troyanas, luego Edipo y, ahora, Medea.
En pocas semanas, tres grandes tragedias griegas han aterrizado en la cartelera barcelonesa. Primero Troyanas, luego Edipo y, ahora, Medea. “Debemos sentirnos muy desesperados y desamparados, y vamos a buscar la raíz. Porque detrás de Troyanas, Edipo y Medea hay una fortísima violencia. Seguramente necesitamos explicarnos la violencia de los otros y la nuestra”, señala sobre la sorprendente coincidencia Lluís Pasqual, que este miércoles estrena en el Teatre Lliure de Montjuïc una sintética Medea de tan solo una hora de duración con Emma Vilarasau como protagonista.
Medea, la extranjera, la hechicera, la enamorada de Jasón, al que ayuda a conseguir el vellocino de oro contra su propio padre. La mujer que tras seguir en su periplo al gran héroe y tener hijos con él, acaba despechada porque Jasón la deja para casarse con la hija del rey de Corinto, donde viven. La venganza de Medea será feroz y arrasará con todo, incluidos sus propios hijos.
“¿Por qué hacer Medea hoy? Cuando uno ensaya siempre intenta buscar referentes contemporáneos”, señala Pasqual. “Si montáramos ahora Ricardo III y escenificáramos la pelea de las dos reinas, diríamos: mira, Letizia y Sofía el otro día en la catedral de Palma. Hay referentes siempre. Y los que nos sirven para Medea hoy en el mundo son infinitos, porque ha explotado, probablemente porque no podía ser de otro modo, una irracionalidad inmensa. Si uno piensa que estamos gobernados por el chino, del que nunca me acuerdo del nombre, por Trump y por Putin, no te levantas de la cama. Hiela la sangre porque es la pura irracionalidad. El Isis igual. Estamos rodeados. Por eso además de Medea luego haremos con Emma la lectura dramatizada de la Bérénice de Racine, que es la llegada de la luz, la razón, tras la oscuridad de Medea: un momento, paremos, pensemos, ya que los seres humanos podemos pensar, hablemos, ya que podemos hablar, y no utilicemos sólo la ira, el peor pecado de los griegos”, dice Pasqual.
El director explica que para el montaje ha sintetizado, junto a Alberto Conejero, la Medea de Eurípides y la de Séneca. Un montaje en el que hay proyecciones de vídeo y “citas sutiles a la Medea de Lars von Trier y la de Passolini”. Y música de Jeff Buckley, Radiohead, Metallica, Nirvana, Purcell e incluso una antigua tonada asiática sonando en una escenografía que intenta “eliminar el teatro, que la potente arquitectura del Lliure no exista”.
Pasqual reconoce que para hacer Medea sobre todo hay que tener la actriz, y lo sabe porque ya dirigió a Núria Espert en el mismo papel hace cuatro décadas. Ahora se ha atrevido a repetir teniendo a Emma Vilarasau, quien señala que “Medea es un personaje inabarcable”. “Es el otro, la extranjera, la diferente, lo que la gente teme, lo que desconocemos y sólo por desconocerlo nos da miedo. Tiene una parte del monstruo que todos podemos llevar dentro. Es la víctima de una situación muy injusta y acaba siendo el verdugo de esta situación. Medea entra en un estado de desequilibrio y sigue en él toda la obra, que es mucho más que una discusión matrimonial o sería banal. Hay en ella un sentimiento trágico. Nuestro espacio escénico es muy grande y me preguntan si no me pierdo, pero la inmensidad del sentimiento de Medea sería inverosímil en un espacio pequeño”, apunta la actriz.
Para ella Medea “es una mujer celosa, humillada y no puede aceptarlo por cómo es, por el estatus que tiene, por su procedencia, y se revuelve contra esa situación inasumible para ella, no puede marchar con la cola entre las piernas”. En ese sentido, recuerda que preparando la obra “a veces hablábamos del terrorismo, que no tiene nada que ver, pero sí: se trata también de culturas diferentes que se enfrentan, que no se entienden. Los griegos pertenecían a un mundo muy racional, con lógica, Estado, ley. Ella venía de Asia, la tildan de salvaje, hay incluso un monólogo de desprecio de Jasón a la cultura de esta mujer que ha dado su vida por él. Y él la traiciona”.
Traiciones, dice, “a veces inasumibles, hasta el punto de que hay un momento en que el dolor de Medea aparta en bloque a todos los otros sentimientos y se apodera de ella la ira, la rabia, la culpa, sentimientos que no puede asumir”. Pero, concluye la actriz, “Medea no es una loca, reducirla a eso o a la venganza es simplificarla mucho. Es cierto que la ira es algo que todos tenemos dentro, escondidita, y a veces cuando sólo te domina la ira y los otros sentimientos desaparecen te puedes perder. Pero es difícil comparar a Medea con una persona de talla humana, es hacerla pequeña”.
“Que coincidan varias tragedias en Barcelona debe significar que nos sentimos desesperados y desamparados”