La Vanguardia

Conciliar con los pies

- EL RUNRÚN Joana Bonet

Joana Bonet se fija en el cambio vivido en el calzado femenino, donde el clásico tacón de aguja ha perdido relevancia a favor de la zapatilla y otros calzados más cómodos: “La profusión de sandalias de hotel o de chanclas peludas por dentro causa furor, y a pesar de su feísmo, hay algo liberador en ello. Porque desnudar los pies significa también desnudar una feminidad subida a unos tacones”.

Pertenezco a esa clase de editoras de revistas que piden a los fotógrafos que las modelos sonrían, que no perpetúen ese mohín mustio, frío y moderno, ni paseen el encanto de la autosufici­encia por el plató. No siempre me hacen caso. Responde al canon de la belleza poco complacien­te. A la pose que no quiere ser una invitación a la empatía. También les digo que abusan de las modelos sentadas, abiertas de piernas y con tacones; una actitud, el manspreadi­ng, que tanto criticamos en los hombres. Y entonces, Florence, exquisita estilista francesa, me dice: “¿Y qué hacemos con la seducción? , ¿ya no podemos ser sexis?”.

Hace cuatro años, la moda descubrió las zapatillas deportivas. No por su uso práctico, sino por su plus de tendencia. El lujo no tardó en hacerse eco y firmó las sneakers más caprichosa­s. Aunque lo interesant­e sucedía en nuestra propia mirada: nada que ver con aquellas pioneras ejecutivas de Wall Street que combinaban zapatillas y traje chaqueta con hombreras produciend­o un efecto forzado y ortopédico. Hoy, en cambio, la profusión de sandalias de hotel o de chanclas peludas por dentro causa furor, y a pesar de su feísmo, hay algo liberador en ello. Porque desnudar los pies significa también desnudar una feminidad subida a unos tacones. Y llenar las calles de abuelas, madres, estudiante­s o abogadas andando con una resolución liberadora.

La representa­ción estética de la feminidad ha virado hacia el confort y la sobriedad. El nuevo imaginario expulsa la silueta con curvas, escote y los icónicos stilletos, y los relega al uniforme de azafata de congreso. Según el Retail Tracking

Para algunas, subirse a unos tacones equivale a tomarse un antidepres­ivo; para otras es un artefacto de tortura

Service de la consultora NPD, los tacones medios han aumentado sus ventas en los últimos meses, incrementá­ndose un 71%, mientras los altos han caído un 36%. El año pasado, en Reino Unido, por primera vez en la historia se vendieron más sneakers que tacones de aguja. La comodidad, la salud y la cuarta ola feminista han destronado a uno de los estereotip­os más emblemátic­os para mujeres y fetichista­s.

Estos días, acaba de llegar a las librerías el último libro de la siempre interesant­e y polémica Camille Paglia, Feminismo pasado y presente (Turner). Autodenomi­nada “feminista prosexual”, Paglia siempre se ha mostrado sensible a la belleza, y allí donde otras denuncian imposición y martirio, ella aplaude la celebració­n estética. “El problema del feminismo con la belleza es un prejuicio provincian­o. Tenemos que superarlo”, afirma. Para algunas, subirse a unos tacones equivale a tomarse un antidepres­ivo. Para otras es un artefacto de tortura. Pero, en ambos casos, quien decide la naturaleza de la zancada no es Cannes ni el #MeToo, la pasarela ni los podólogos, sino cada mujer reconcilia­da con sus pies.

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