Resistir es lo que se lleva
Barcelona y Madrid son los dos principales escenarios de la gran crisis política española. Dos ámbitos muy alejados, pese a los reiterados gestos de colaboración de sus alcaldesas. No estamos hablando de un cisma municipal. Estamos hablando de dos crisis en la relación entre Estado y sociedad. En Barcelona ya existe una mayoría social que imagina el futuro en forma de república, aunque esa república tarde en llegar, o no llegue nunca. Madrid, todavía oscila entre el motín y la gestión dura o pragmática de lo existente. En Madrid y Barcelona se decidirá en los próximos años la viabilidad del Estado español, tal y como hoy lo conocemos.
La Generalitat de Catalunya estuvo cerca de desestabilizar el Estado el pasado otoño. La Comunidad de Madrid está minando la credibilidad del “sistema España” en estos momentos. La Generalitat catalana transgredió la Constitución, sin rebelión violenta capaz de poner en jaque a España, como han sentenciado los jueces alemanes, que el propio Estado español designó como árbitros al solicitar la detención de Carles Puigdemont en suelo alemán. La Comunidad de Madrid está debilitando la reputación del “sistema España”: dos tramas de corrupción abiertas en canal y una presidenta regional que obtiene un máster en derecho autonómico sin pisar la universidad. A la Generalitat catalana se le ha aplicado el artículo 155 de la Constitución y se empieza a acusar de terrorismo a los independentistas que organizan cortes de carreteras. El gobierno de la Comunidad de Madrid es en estos momentos una Numancia castiza. “En este país dimitir es fatal; resistir es lo que se lleva”, dijo ayer Esperanza Aguirre en una comparecencia en el Congreso, después de soltar una sonora carcajada cuando la preguntaron por Cristina Cifuentes.
La Generalitat de Catalunya inventa rutas hacia la independencia –la teoría Viver-Pi Sunyer– que acaban en el precipicio. La Comunidad de Madrid se consolida como la institución más agreste de España. Una tarde de debate político en la Asamblea de Madrid es una experiencia fuerte, no apta para espíritus sensibles. En el parlamento de Palomeras Bajas (distrito de Vallecas), decorado con un magnífico cuadro panorámico de Antonio López, la derecha y
El Partido Popular está perdiendo la Comunidad de Madrid y eso equivale a un jaque mate
la izquierda se fajan sin miramientos, ni concesiones. Hiperrealismo.
Cristina Cifuentes no va a superar el escándalo del master inexistente. Cada día que pasa las informaciones son más truculentas –ayer se supo que una profesora fue amenazada para que pusiera su firma en un acta fabricada a posteriori– y el caso ha tocado nervio en la sociedad. Un nervio muy sensible. Un insulto a la meritocracia y al esfuerzo económico de las familias que pueden pagar los cursos de posgrado. La Universidad Rey Juan Carlos –réplica del Partido Popular a la radiación socialista de la Universidad Carlos III– empieza a correr riesgo de hundimiento. Ciudadanos, partido que no decide nada importante sin leer las encuestas, ha captado la indignación de la gente.
Cifuentes, sin embargo, no es Aguirre. Se ha creído su personaje –la purificadora de la derecha– y puede atrincherarse. El Partido Popular está perdiendo Madrid y eso equivale a un jaque mate.