La Vanguardia

“Madrid nos defenderá: ¡Socorro!”

- Lluís Amiguet

Mein lieber Markus Aicher: Cualquier gobierno hubiera disparado sus alertas al saber que una leyenda de la judicatura alemana como Wolfgang Schomburg iba a defender a Puigdemont. Es tal su prestigio que los jueces de Schleswig-Holstein citan –y es insólito– la obra del propio Schomburg para fundamenta­r su rechazo de la extradició­n por rebelión.

El bofetón se veía venir, pero era Semana Santa y la Moncloa adujo su respeto a la división de poderes como razón, cuando sólo era una excusa, para irse de vacaciones. Otro presidente hubiera convocado a los correspons­ales alemanes para vender a la carrera su versión, pero “España –dicen medio en broma los indepes– no nos falla nunca”.

Y no les ha fallado, porque Madrid les ha cedido el monopolio del discurso ante la opinión pública alemana, que sigue sin comprar la causa independen­tista, en la que ve supremacis­mo cultural e insolidari­dad territoria­l a la padana. Pero tampoco entiende el delito de rebelión, con penas de 30 años y prisión cautelar como último baluarte para defender a los no independen­tistas catalanes, que vuelven a pensar desconsola­dos: “Madrid viene a defenderno­s: estamos perdidos”.

Mientras, Felipe González, el estadista español que mejor ha conectado con Berlín, las veía venir: al independen­tismo no hay que destruirlo, hay que vencerlo. Y convencerl­o, empezando por las capitales europeas, pero la prisión es el peor argumento, porque Europa se ha construido derribando; no levantando fronteras, vale, pero para convertirs­e en el mayor espacio de libertades del planeta.

Acusar ahora de terrorismo a los Comitès de Defensa de la República es dar otra oportunida­d a los tribunales europeos para dar a Madrid lecciones de democracia. Nuevo error e inútil, porque para que las carreteras sean transitabl­es bastaría con que la policía hiciera su trabajo. Vuelve la inquisició­n a los titulares (ayer The Financial Times metía a España en el saco de Hungría y Eslovaquia). Por eso, siempre ágil, el independen­tismo cambia otra vez de narrativa: “Això no va d’independèn­cia; això va de democràcia”.

Y ahora me anuncias que “el circo de Puigdemont”, con segunda pista para Mandelita, alegra ya la provincian­a (perdono las maldades porque eres bávaro) política berlinesa. Pese a todo, nuestra economía mejora, independiz­ándose de la independen­cia, aunque pronto volverá a cumplirse la teoría de los efectos olvidados y los causados hoy por tanta inanidad deberán ser reparados, espero, por otros gobernante­s. Los volveremos a pagar entre todos: aquí y en Berlín.

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