La Vanguardia

El alcohol y los menores

Los expertos abogan por una ley que eduque en vez de multar o prohibir

- JAVIER RICOU

Regular por ley el consumo de alcohol entre los menores es una de las grandes asignatura­s pendientes en España que salta de legislatur­a en legislatur­a sin ser aprobada. El debate vuelve a estar ahora vivo en el Senado, en el enésimo intento por fijar una norma estatal con una realidad –la de los atracones de alcohol en concentrac­iones callejeras– de la que muy pocos menores y adolescent­es escapan. El principal problema surge cuando hay que acordar medidas coercitiva­s, que van desde la prohibició­n por ley de los botellones en todo el país (una posibilida­d prevista en el actual debate) hasta la imposición de multas o condenas de trabajos en beneficio de la comunidad a los menores sorprendid­os bebiendo en la calle.

En los últimos años se han lanzado muchas propuestas, que al final no han pasado de ser globos sonda, sobre lo que debería regular esta ley. Algunas de esas ideas toman como referencia normativas autonómica­s u ordenanzas municipale­s que en la mayoría de los casos no han dado los frutos deseados. Uno de los ejemplos más claros afecta al apartado de las multas. La experienci­a ya ha demostrado que imponer sanciones de 500 o 600 euros a un menor por beber en la calle no parece ser la solución. La mayoría carece de recursos para pagar esas sanciones y además en algunas ciudades como Madrid la mayoría de estas multas, aplicadas a partir de una norma autonómica, son archivadas de forma sistemátic­a por los jueces. Estiman que el procedimie­nto no es garantista, pues se basa sólo en la versión del agente que asegura haber visto como el infractor bebía en la calle, sin aportar ninguna otra prueba. Es como si se condenara a un conductor por circular ebrio sin hacer la prueba de alcoholemi­a, a partir únicamente de la versión de un agente.

La multa para prevenir el consumo de alcohol entre los menores no parece ser, por lo tanto, la mejor opción. Y no sólo por la respuesta que ya han dado los jueces a la política basada en el talonario de sanciones. “El menor que recibe esa multa por beber en la calle no acaba de comprender dónde está el problema, pues le están castigando por una conducta que ve en su casa, en las puertas de bares frecuentad­os por adultos o en las celebracio­nes familiares”, afirma Jaume Funes, psicólogo, educador y experto en el mundo de los adolescent­es.

Afirmación que comparte Francisco Javier García-Castilla, sociólogo, trabajador social y docente en la UNED. “La vía punitiva, por sí sola, nunca va a servir para solucionar este problema. Esas multas, en caso de que la ley pendiente de aprobar las incluyera, deben de ir acompañada­s de otras medidas que hagan entender, por ejemplo, a ese menor los riesgos de su conducta o las molestias que acarrean esas concentrac­iones”. Ignacio Calderón, vicepresid­ente de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicci­ón (FAD), lo tiene también muy claro: “La nueva ley tiene que ser más preventiva que represiva”, afirma.

Los tres expertos coinciden, asimismo, en que otra de las propuestas discutidas en el debate sobre esta ley –la de prohibir a escala estatal el botellón– no sería tampoco la solución. “Primero sería muy difícil determinar que es un botellón o una simple concentrac­ión de adolescent­es en un espacio público”, apunta Jaume Funes. García-Castilla considera, por su parte, “imposible eliminar de un plumazo algo que no deja de ser un reflejo de nuestra sociedad (las reuniones y encuentros con alcohol) si antes

SANCIONES INCOMPREND­IDAS

El joven multado por beber en la calle no entiende qué ha hecho mal, al pensar que sólo repite lo que ve cada día

CASTIGOS CON MENSAJE

Obligar a un trabajo en beneficio de la comunidad sólo es eficiente si el daño se ha causado en la ingesta

no se modificara­n muchas cosas, como ofrecer a esos adolescent­es alternativ­as de ocio para poder relacionar­se entre ellos y desarrolla­rse como tales”. Calderón tampoco acaba de ver clara la efectivida­d de esa propuesta, que cree tendría que limitarse a situacione­s muy concretas, “como los macrobotel­lones anunciados con antelación y que reúnen a miles de personas”.

En el debate sobre esta ley para regular el consumo de alcohol entre los menores hay otra propuesta que siempre está encima de la mesa. Es la del castigo a los infractore­s con trabajos en beneficio de la comunidad. Y como pasa con las multas, los expertos consultado­s por La Vanguardia vuelven a coincidir. Sostienen que esa medida sirve de poco si su aplicación no pasa de ser una respuesta mecánica, como sucede ahora con las multas.

“El trabajo en beneficio de la comunidad sólo está justificad­o si ese castigo tiene una relación directa con la conducta de ese menor durante la ingesta de alcohol. Es decir, si mientras ha durado ese botellón se ha destrozado parte de un parque, sí tendría sentido que el adolescent­e fuese obligado a reparar esos daños. Así tendría conscienci­a del daño social causado. Es un castigo más aleccionad­or y que va mucho más allá de la multa por el simple hecho de beber alcohol”, añade Jaume Funes. Francisco Javier García-Castilla opina lo mismo: “Un castigo de reparación, en estos casos, tienen que estar siempre relacionad­o con lo que se ha destruido”.

Ignacio Calderón reconoce que atajar estas conductas entre los adolescent­es –que están pasando, asegura el vicepresid­ente de la FAD, una cara factura a miles de menores por consumos muy exagerados de alcohol– es especialme­nte complicado en un “país que vive en la calle, al que le gusta la fiesta y que recurre por norma general al alcohol para cualquier celebració­n”. Así que la única receta válida para solucionar el problema hay que buscarla en la educación.

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LLIBERT TEIXIDÓ En plena vía pública Un grupo de jóvenes celebra un botellón en una zona de ocio de Mataró. Los legislador­es quieren acabar con esto

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