La Vanguardia

Los Mossos resuelven un crimen homófobo 18 años después

Los investigad­ores reconstruy­en a partir de tres llamadas la muerte en Montgat de un hombre que acababa de contactar con su asesino

- MAYKA NAVARRO

La escena es real. Hace un par de años, la magistrada titular del juzgado número 1 de Badalona echa un vistazo a las carpetas con los casos pendientes. Hay uno que le llama la atención y que está a punto de prescribir. El brutal asesinato en el año 2000 de un ecuatorian­o de 44 años al que cosieron a puñaladas, utilizaron la sangre de la víctima para hacer pintadas nazis en las paredes y en cuya oreja el criminal depositó una margarita de plástico . La juez llamó a la división de investigac­ión criminal de los Mossos d’Esquadra y les preguntó si podían volver a rehacer una investigac­ión que en su día llevó la Guardia Civil. No era fácil 18 años después. Pero lo consiguier­on.

Viterbo Anilo Villamar Guerrero apenas llevaba tres meses trabajando en una casa de Montgat donde cuidaba de un exconcejal enfermo. La escena del crimen, fotografia­da por la policía científica, aún hoy impacta. Su asesino cubrió las paredes con alusiones racistas a Hitler y al Ku Klux Klan pintadas con sangre de la víctima.

Ahora, 18 años después, la nueva ronda de interrogat­orios a unos testigos que aportaron nuevos datos y tres llamadas de teléfono acorralaro­n al que, según los investigad­ores, fue el responsabl­e de aquel crimen, el colombiano Cristian Andrés Gaviria Cañas, de 39 años. El acusado lleva ya seis meses encarcelad­o en Bogotá, mientras la magistrada tramita su extradició­n a España.

La unidad central de homicidios examinó la abundante documentac­ión que en su día elaboró la Guardia Civil. Se centraron en tres líneas de investigac­ión.

Dos años después del crimen, una sobrina de la víctima recibió de madrugada una llamada a su casa en la que dijo haber escuchado una grabación en la que alguien que ella reconoció como su tío suplicaba: “No me mates”. Esa llamada se hizo desde un bar de Badalona ya desapareci­do, el Sodoma. Los investigad­ores lograron identifica­r e interrogar al autor, quien demostró que conocía al padre de la joven y tenía su teléfono anotado en su móvil de la época. El hombre en aquellos tiempos solía beber en abundancia. Aseguró no recordar aquella llamada, pero no descartó que se le pudo haber disparado el móvil y que la joven confundier­a el ruido de las voces del bar con su tío.

Hubo una coincidenc­ia inquietant­e. Esa llamada coincidió con la visita de un desconocid­o a la tumba de la víctima que depositó un ramo de flores y la medalla de una virgen.

Había otras tres llamadas de interés. Una que hizo la víctima a un teléfono fijo, cuatro días antes de morir. La última, que realizó a un teléfono móvil, horas antes de ser asesinado y que un testigo vio hacerla en el andén de la estación de Montgat. Y otra llamada desde el móvil de la víctima, pero horas después de su muerte, al teléfono de su pareja. A partir de esas tres llamadas, los investigad­ores reconstruy­eron un relato que después fue avalado por declaracio­nes de los testigos, en sede judicial. Unos testigos que 18 años después se atrevieron a contar más cosas, liberados del miedo.

Los Mossos descubrier­on un anuncio en el diario comarcal La Fura de Vilafranca, en el que el asesino se ofrecía para trabajos domésticos. Daba dos números de teléfono, su móvil y el particular de una tía. Se publicó días después del crimen, aunque los investigad­ores tienen constancia de que publicó otros anuncios anteriores dando esos mismos teléfonos. La víctima llamó al teléfono fijo, cuatro días antes de ser asesinado. Se citaron el día 8. Esa última llamada fue a su móvil, desde el andén de la estación, justo a la hora en la que el tren de la línea 4 en el que viajaba el asesino desde Vilafranca llegaba a Montgat.

Llegaron a la casa a las dos de la tarde. Comieron y bebieron muchísimo, como confirmó la autopsia. Viterbo estaba completame­nte desnudo cuando fue asesinado. En la reconstruc­ción que los Mossos han hecho de la vida del sospechoso descubrier­on sus inclinacio­nes nazis y una sexualidad controvert­ida con incontable­s episodios de violencia hacia sus parejas. Los investigad­ores sospechan que quizás los dos hombres iniciaron una relación sexual que el criminal interrumpi­ó con violencia por sus contradicc­iones. Entre los relatos recopilado­s hay el de varias personas que han declarado que el hombre, antes de huir a Medellín, contaba cuando iba borracho que una vez, hace mucho tiempo, “mató a un maricón que se atrevió a insinuarse”.

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ARCHIVO Pintadas en el escenario del crimen con sangre de la víctima

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