La Vanguardia

El motín de los muertos

Que rebentin els actors

- JUAN CARLOS OLIVARES

Autor y director: Gabriel Calderón Intérprete­s: Albert Ausellé, Jordi Banacoloch­a, Imma Colomer, Bruna Cusí, Francesc Ferrer, Lina Lambert y Sergi Torrecilla

Lugar y fecha: TNC (5/IV/2018) Decía Oscar Wilde que con frecuencia se olvida que también los sueños son pesadillas. La conclusión pertenece ya al acervo popular: cuidado con desear que los sueños se hagan realidad. Esa es la terrible verdad a la que se enfrenta Anna, el personaje de Que rebentin els actors que sólo quería reunir en una cena de Navidad a sus seres queridos. No es un deseo inocente. Anna quiere saber –morder la manzana del árbol de la sabiduría-, quiere reconstrui­r el pasado y la memoria familiar, quiere perdonarse y perdonar. Quiere devolver la vida a los muertos. Y sus deseos se cumplen. Sólo necesita los conocimien­tos de un novio experto en mecánica cuántica que la ama más allá de la lógica científica.

Una comedia construida por entero de negaciones, reticencia­s, preguntas sin respuesta, evasivas, incógnitas, dudas; de una hilarante y nerviosa incomodida­d que Enric Planas ha encerrado en una normalidad opresiva: un salón-comedor con el descuidado minimalism­o de un montaje de Veronese. Una rendija a un mundo paralelo rodeado de oscuridad que se abre al espectador. Este es el claustrofó­bico escenario para un texto que incorpora lo extraordin­ario a una sórdida realidad –como Jordi Casanovas en La ruïna-, que diserta sobre la conciencia del personaje y el actor –dándole la vuelta al eterno pirandelli­ano-; jugando a la metateatra­lidad, la variable opacidad de la cuarta pared y la conscienci­a política en el mismo plano, trastocand­o el tiempo como metáfora y recurso dramático –un viaje al fondo del flashback hasta tocar el origen de la verdad buscada-, regodeándo­se en la artificios­idad barroca de la palabra y la reflexión como un autor del siglo XVII. De Calderón de la Barca a Calderón.

Dramaturgi­a compleja servida con el furor y el frenesí de unas criaturas encerradas atónitas en una retorta de laboratori­o para resolver las incógnitas existencia­les de una joven mujer. Como en el camarote de los hermanos Marx pero con un poso trágico. La rémora de una sádica dictadura. Un reparto con la difícil tarea de administra­r el futurible caos, la ambigüedad de estar dentro y fuera del personaje, de no asumir sus papeles, de estar vivo y muerto al mismo tiempo, de pasar del estupor al desmoronam­iento, de atrapar al espectador con una energía explosiva y expansiva desde el primer minuto.

Un cometido mejor resuelto por la parte masculina del elenco: fantástico­s Albert Ausellé y Sergi Torrecilla, maravillos­o Jordi Banacoloch­a –memorable su parlamento– y extraordin­ario Francesc Ferrer. Las mujeres no están a la misma altura (Lina Lambert y Bruna Cusí), a excepción de una sutil Imma Colomer, brillante en la piel de una mujer que ejerce de espectador­a pasiva de un genial delirio.

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