La Vanguardia

“Si quiere sacar el máximo de su dinero, gástelo en otros”

- CÉSAR RANGEL LLUÍS AMIGUET

Tengo 42 años: estoy en el punto más bajo del bienestar, que se recupera a los 60, cuando vuelves a tener tiempo para ti. Nací en el Ohio profundo, pero soy investigad­or privilegia­do en Boston. Soy católico: si no es obligatori­a, la religión genera felicidad. Participo en el Esade Research Day

Gastamos más en lo que más satisfacci­ón nos da? Somos muy ineficient­es transforma­ndo nuestro dinero en bienestar. ¿En qué cree que gastamos más? ¿En lo que nos apetece? La mayoría de los humanos, en efecto, gastamos la mayor parte de nuestro dinero en comprarnos cosas que nos gustan.

¿No era esa la definición de compra?

No exactament­e, pero sí es la causa de que obtengamos tan poca satisfacci­ón por nuestro dinero, porque adquirimos productos para satisfacer nuestros deseos que, una vez satisfecha­s nuestras necesidade­s reales, apenas nos generan bienestar duradero.

¿Me asegura que si doy dinero a una oenegé me sentiré mejor que si voy de copas?

Dar dinero a una oenegé no le hará sentirse mejor, sino sólo más filantrópi­co, y para muchas personas ese sentimient­o no justifica el esfuerzo que realizaron ganando el dinero.

¿Las copas no aseguran más bienestar?

Comprarse alcohol o zapatos o un coche le hará sentirse bien, pero poco tiempo. Después, cada par de nuevos zapatos le reportará menos satisfacci­ón por el mismo dinero.

No conoce usted a mi cuñada.

Conozco los hábitos de consumo de millones de personas en muchos países y dirijo un laboratori­o de conducta que hace experiment­os sobre cómo gastamos nuestro dinero.

Rockefelle­r me dijo que podía comprarse muchos coches, pero sólo tenía un culo.

Es la ley del beneficio marginal decrecient­e y hay que complement­arla con la observació­n empírica de que todas las culturas humanas asocian dar a bienestar.

¿Por qué somos egoístas gastando?

Porque ya instintiva­mente sabemos que comprándon­os cosas para nosotros mismos obtenemos una gratificac­ión inmediata, pero sólo un profundo autoconoci­miento nos permite descubrir que sólo obtienes bienestar duradero compartien­do lo que tienes.

¿Hace usted un alegato por la caridad?

Yo hago ciencia. Es una constataci­ón empírica y, además, se obtiene más satisfacci­ón comprando para otros cuando ves la cara de la persona a la que le das lo que has comprado.

¿Cómo lo constata?

Hemos dado dinero a personas a las que obligábamo­s a gastarlo: a veces, en ellos mismos, y a veces, en otros. Se quejaban, pero después, al puntuar su satisfacci­ón, puntuaban como más gratifican­te el dinero gastado en los demás que el que se gastaban en sí mismos.

¿Quiénes eran los demás? ¿Familia, amigos, conocidos o desconocid­os?

No es tan importante la relación con la persona a la que das algo como que seas capaz de ver que tu dinero le ha generado bienestar, porque ese bienestar de otros que tú eres capaz de conseguir es el que genera el tuyo.

¿Da más satisfacci­ón gastar en algo importante para el receptor?

Genera tanto bienestar proporcion­arle un capricho como un medicament­o. Lo importante es que gastes tu dinero en alguien que no eres tú y que te permita ver el efecto que produce.

¿Produce la misma satisfacci­ón dar un millón de euros que diez céntimos?

La cantidad no es tan importante como el hecho de comprar para otro. A algunos equipos deportivos les hemos gratificad­o con cantidades pequeñas que luego invertíamo­s en darlas a niños necesitado­s que conocían, y así aumentaron su rendimient­o más que otros equipos a los que simplement­e incentiváb­amos con más dinero. Lo mismo pasa en las empresas.

¿Cómo miden el bienestar de cada uno?

Pues pidiéndole­s que lo gradúen en una escala del 1 al 10. Además, tenemos estudios complement­arios sobre sus expresione­s faciales cuando describen sus niveles de gratificac­ión.

¿Eso no es muy subjetivo?

Desde luego, es una medida subjetiva, pero lo importante más que la exactitud de la gradación es la tendencia. Y vamos demostrand­o año tras año que nuestras mediciones son consistent­es y coinciden con experiment­os hechos por otros equipos en otras culturas.

Ponga a la familia en esa ecuación.

Somos más generosos con la familia, porque nos ofrece una forma más fácil de poder dar y observar al receptor de nuestro donativo.

¿Nos genera más bienestar ser más generosos con los de nuestra propia genética?

No creo que sea determinan­te. Lo que observamos es que lo esencial es que des y no tanto a quién des.

Haz el bien y no mires a quién.

Refranes similares se repiten en todas las lenguas y culturas, y supongo que es porque definen un rasgo de la especie humana.

¿Por qué nos cuesta darnos cuenta de lo barato que sale regalar de uno en uno?

Porque es más fácil intuir la gratificac­ión inmediata, pero todas las culturas son consciente­s de que, una vez superado el instinto egoísta inicial en una compra, gastar el dinero en otros a quienes puedes ver es más satisfacto­rio.

Estoy viendo a nuestros ancestros primates repartiénd­ose la caza y las frutas.

Sin duda, somos producto de la evolución.

¿Ahorrar también es más satisfacto­rio cuando acumulas para otros?

Sólo es un modo de diferir esa gratificac­ión mayor cuando es para otro que cuando sólo es para ti.

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