La Vanguardia

Almudena Grandes

- Josep Playà Maset

ESCRITORA

La novelista Almudena Grandes fue la pregonera de la lectura de la fiesta de Sant Jordi celebrada ayer en el Saló de Cent del Ayuntamien­to de Barcelona. Reivindicó el libro como “última trinchera del conocimien­to”.

Aquella adolescent­e que se emocionaba cuando entraba en una caseta de la Feria del Libro en Madrid se sintió más pequeña que nunca al entrar ayer en el Saló de Cent del Ayuntamien­to de Barcelona invitada al Pregón de la Lectura de Sant Jordi. Para la escritora Almudena Grandes fue un honor que le llena del mismo orgullo que esas dos biblioteca­s de Alcalá de Henares y Getafe que llevan su nombre.

Lo suyo no fue un pregón, porque no había “ni megafonía ni balcón”, como se encargó de señalar el también escritor y periodista Antonio G. Iturbe, encargado de conversar con la novelista Almudena Grandes (Madrid, 1969). El diálogo se desarrolló en el interior del Ayuntamien­to, mientras fuera, en la plaza de Sant Jaume, circulaban los habituales manifestan­tes, esta vez un grupo de yayoflauta­s que reivindica­ban sus pensiones y unos pocos que gritaban “Israel asesino, solidarida­d con el pueblo palestino”. En la fachada del Ayuntamien­to, un solitario lazo amarillo en recuerdo de los políticos presos y, enfrente, la Generalita­t vacía.

No fue un pregón, sino un diálogo pausado que buscó alejarse de la instantane­idad, de esa época caracteriz­ada por los tuits donde el ingenio prima sobre la inteligenc­ia. “En 140 caracteres, ni Kant ni Sócrates serían capaces de comunicar”, dijo Almudena Grandes. Aunque a renglón seguido nos dejó un titular: “Los libros son la última trinchera del conocimien­to, del pensamient­o sólido, de la osadía intelectua­l, de la libertad de expresión”.

Luego reivindicó a los lectores como sostén de los escritores y garantía de no tener que escribir al dictado de los editores. Y a preguntas de su entrevista­dor reconoció que “leer me hizo de izquierdas”. Primero, porque tenía un primo del PC que le hizo leer La madre de Gorki, y más tarde, cuando empezó con la gran novela del siglo XIX: Galdós. los hermanos Karamazov, Dickens... “La literatura es una lupa que agranda cosas como la injusticia, la arbitrarie­dad, el hambre, el dolor”, y en consecuenc­ia empuja a tomar conciencia. De todos modos entre sus debilidade­s también incluyó al personaje de Robinson Crusoe, al Ulises de La odisea y las obras de Julio Verne, “el único autor que podía leer cuando iba al colegio de monjas”.

No fue un pregón y no hubo referencia­s políticas ni la más mínima alusión al procés. Elogió a los ciudadanos “normales”, esos que “cuando las cosas se ponen feas recuperan las virtudes”, para explicar así que cuando llegó la crisis apareció también la solidarida­d, la generosida­d, las redes familiares. Toda una paradoja, dijo, en esa “España de la cultura del pelotazo, país hortera, de nuevos ricos, insolidari­o”. A petición de Iturbe desveló, como si fuese una entrevista en directo, algunos detalles más personales. Como la perfecta convivenci­a con su marido, el poeta Luís García Montero, “el poeta más brillante de mi generación”, de quien dijo que es también su primer lector, “con la ventaja de que no competimos”. Su método de trabajo, que consiste en tomar primero notas a mano en cuadernos donde apunta ideas, organiza la trama y dibuja los personajes. Esa metodologí­a no la utilizó en su primer gran novela de éxito Las edades de Lulú, pero sí en otras posteriore­s, como en esas cuatro últimas que forman parte de una serie de seis sobre Episodios de una guerra interminab­le. También explicó que el quinto episodio abarca la década de los años cincuenta, “años sin esperanza”, contada a través del personaje de Aurora Rodríguez Carballeir­a, encerrada en un manicomio, tras matar a su hija, que tuvo para experiment­ar una educación diferente.

Cerró el acto, con todos los representa­ntes

“En 140 caracteres, ni Kant ni Sócrates serían capaces de comunicar”, dice Almudena Grandes, pregonera del Sant Jordi

políticos en primera fila, excepto el PP y la CUP, el alcalde accidental Gerado Pisarello. Reivindicó “una primavera republican­a”, que no vinculó a la del 27 de octubre pasado, sino a una práctica cotidiana, entendida como defensa de la cultura, del pensamient­o crítico, de los libros –“ahogados por un IVA inaceptabl­e” mientras “la Fundación Francisco Franco desgrava”– y de las biblioteca­s públicas.

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XAVIER CERVERA Almudena Grandes en su pregón-conversaci­ón de ayer con Iturbe
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