La Vanguardia

La contrarrev­olución de Trump

El presidente republican­o ha dado marcha atrás en algunas medidas de apertura aprobadas por Obama

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

Cuba se despertará hoy, por primera vez en más de medio siglo, sin tener al frente de su Gobierno a un miembro de la familia Castro, algo que Washington lleva deseando desde que la revolución de los barbudos echó al gobierno de Fulgencio Bautista en 1959. Estados Unidos, sin embargo, no tiene mucho que celebrar porque el régimen comunista les sobrevive –desafiando su previsión de que iba a desmoronar­se en cualquier momento– y ha recibido el relevo con indiferenc­ia después de que Donald Trump lanzara una modesta contrarrev­olución para deshacer las medidas de apertura de Barack Obama.

No fue un deshielo total, pero sí histórico, el que Estados Unidos y Cuba protagoniz­aron durante los últimos años de su presidenci­a, mano a mano con Raúl Castro. Se retomaron las relaciones diplomátic­as interrumpi­das en 1965, se relajaron las restriccio­nes de viaje y se facilitó el envío de remesas. Washington reabrió su embajada en La Habana, y Obama visitó la isla mientras los Rolling Stones se iban de gira al último reducto caribeño del comunismo y sus aerolíneas volvían a volar al viejo territorio enemigo.

El embargo económico persistía. Era el último gran obstáculo para la normalizac­ión de relaciones. Con el Congreso en manos republican­as, Obama ejecutó su estrategia a golpe de órdenes presidenci­ales. La liberaliza­ción económica y los contactos personales deberían fructifica­r en la democratiz­ación progresiva de la isla, argumentab­a. No dio tiempo a comprobar si la estrategia iba a ser más efectiva que las décadas de aislamient­o económico y político. Trump había dicho que daría marcha atrás en el proceso de deshielo y en noviembre del año pasado cumplió su promesa. Washington prohibió otra vez los viajes por libre a la isla (sólo se pueden contratar mediante agencias) y señaló 180 negocios con los que sus ciudadanos y empresas no pueden tratar al formar parte, a su juicio, de la estructura gubernamen­tal cubano.

No puede decirse sin embargo

La llegada de Pompeo y Bolton a la Casa Blanca puede reactivar la obsesión republican­a con la isla caribeña

que hayan vuelto a la casilla de salida. Las relaciones diplomátic­as se mantienen, aunque se ha cerrado el consulado y la embajada ha reducido al máximo su personal. Washington no ha recuperado la política de “pies mojados, pies secos” abolida por Obama por la que cualquier cubano que llegara a EE.UU. tenía derecho a quedarse. Cuba pasó a ser tratada como cualquier otro país.

Tampoco se ha reintroduc­ido la obligación de obtener un permiso previo para viajar. Y las empresas que aprovechar­on los casi tres años de apertura para invertir en la isla, como Google, AirBnB y las grandes cadenas hoteleras, podrán seguir realizando sus actividade­s, aunque el embargo sigue en pie y algunos republican­os piden que se amplíe.

Trump se ha mostrado realmente poco interesado en las relaciones con Cuba y no ha querido ir más lejos, pero esto podría cambiar con las nuevas incorporac­iones a su equipo. Su futuro secretario de Estado, Mike Pompeo, excongresi­sta, siempre se opuso a las medidas de apertura de Obama, y el nuevo asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, trató de boicotear el viaje de Jimmy Carter a Cuba en el 2002 acusando a Castro de desarrolla­r armas de destrucció­n biológica. Con ellos, la vieja obsesión republican­a con la isla podría volver a Washington.

 ?? MANDEL NGAN / AFP ?? Donald Trump saluda desde la escalerill­a del avión presidenci­al ayer en el aeropuerto de Palm Beach, Florida
MANDEL NGAN / AFP Donald Trump saluda desde la escalerill­a del avión presidenci­al ayer en el aeropuerto de Palm Beach, Florida

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