La Vanguardia

Pulitzer nuestro

- Francesc Bracero

Me gustaría creer en Dios para darle las gracias, pero sólo creo en Billy Wilder, así que, gracias, señor Wilder”, pronunció Fernando Trueba aquella remota noche de 1994 en Hollywood en la que fue premiado con un Oscar a la mejor película extranjera por Belle époque. Cada uno tiene sus ídolos, y los periodista­s, al margen de ser creyentes o no, deberíamos tener fe en los premios Pulitzer, que se han anunciado esta semana.

En tiempos sombríos como los que viven los medios de comunicaci­ón en todo el mundo, en busca de audiencias y asediados por el catecismo Facebook y la biblia Google, los premios Pulitzer son cada año una bocanada de aire fresco, una razón para creer en el buen periodismo. No todo está perdido. No todavía.

En la nueva lista de ganadores están, como casi siempre, medios que tienen una encomiable tozudez en aparecer cada año en la lista Pulitzer.

The New York Times y The New Yorker han sido reconocido­s por la serie de investigac­iones paralelas que les llevaron a destapar las tropelías que llevó a cabo durante décadas Harvey Weinstein, uno de los más poderosos productore­s de la industria del cine .

El escándalo Weinstein propició el nacimiento de #MeToo, que más allá de un movimiento social se ha convertido en una nueva conciencia colectiva mundial. Los abusos y actitudes de determinad­as personas nunca más van a ser toleradas. Y la chispa de ese avance la han encendido dos medios de comunicaci­ón tradiciona­les, lo que demuestra no sólo su vigencia y capacidad de superviven­cia, sino también su proyección de futuro.

¿Se imaginan a dejar el papel de los medios de comunicaci­ón en manos de una red social o un buscador? No es imaginable. Es imposible. Sólo hay que repasar algunas de las robóticas respuestas de Mark Zuckerberg ante un comité del Senado de Estados Unidos. El creador de Facebook es exactament­e lo que se vio ahí.

Otro reincident­e habitual en los Pulitzer, The Washington Post, fue premiado por destapar el Rusiagate, las presuntas conexiones entre el Donald Trump y Vladímir Putin. Ese diario, al que tanto debe el periodismo, ha hecho en los últimos tiempos una inversión en contratar más periodista­s, en reafirmar su apuesta con sus lectores. Y el Pulitzer lo ha bendecido. Estos premios son el credo del periodismo.

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