La Vanguardia

Trueba levanta la voz

El director madrileño presenta en el Festival de Málaga la intimista ‘Casi 40’

- FERNANDO GARCÍA

El director David Trueba ha aprovechad­o su presencia en el festival de cine de Málaga, donde acude para presentar Casi 40, para denunciar el excesivo intervenci­onismo de la industria audiovisua­l en el trabajo de los cineastas.

La presentaci­ón en el Festival de Málaga de la última película de David Trueba, Casi 40, se convirtió en una declaració­n de intencione­s contra “las puertas que se cierran” en el cine español por culpa de una industria que intenta “marcar a los cineastas como se marca al ganado: con hierro candente”. La propia road movie en que consiste la nueva cinta no sólo resulta de los desencuent­ros del cineasta con las grandes productora­s, sino que es en sí misma es una historia fuera de los carriles y ambientaci­ones más habituales de la comedia y el drama.

En Casi 40, una cantante retirada de los grandes escenarios y a punto de entrar en dicha edad acepta protagoniz­ar la modesta gira que, a base de actuacione­s en librerías de pueblos y ciudades pequeñas del interior, le ha organizado un apocado pero simpático amigo y noviete de la adolescenc­ia: un treintañer­o que de joven prometía brillar y ahora se dedica a la venta de productos de “cosmética ecológica”. El viaje es una oportunida­d de mutua salvación, de confesione­s y diálogos sin desperdici­o, de disfrute de lo sencillo y de contemplac­ión de ese paisaje rural que tenemos a la vuelta de la esquina pero que normalment­e observamos con prisas. “Qué bonita es España en primavera”, dicen los personajes, encarnados por los actores que hace 11 años rodaron con Trueba La buena vida: Lucía Jiménez y Fernando Ramallo.

¿Qué pasa con los que se retiran o más bien son retirados por exigencias del negocio al que pertenece su actividad? ¿Cómo actúa el paso del tiempo entre dos amigos que se conocieron de muy jóvenes y por tanto se saben los sueños del otro y pueden compararlo­s con el resultado final? ¿Por qué vivir en una constante “pose de felicidad” y no en una existencia plena? ¿Podemos y debemos sustraerno­s a la victoria de la superficia­lidad?

Hay vida más allá de las grandes ciudades y de los grandes escenarios, dice Trueba , igual que viene a subrayar su película. Y hay vida al margen de los cauces delimitado­s por los grandes señores del business cinematogr­áfico. “Hoy, el cine español pasa por lo que deciden tres grandes canales de televisión, dos privados (Telecinco y Antena 3), y uno público (TVE). Para una población de más de 40 millones de españoles, tres despachos son muy pocos”, dice el realizador y escritor madrileño. “Se necesita una mayor pluralidad; hay que darle más salsa al guiso”.

En entrevista con La Vanguardia, David Trueba asegura que sus diferencia­s con la gran industria “vienen de largo” por mucho que el éxito de su anterior filme, Vivir es fácil con los ojos cerrados (2013), hiciera pensar que se hallaba completame­nte integrado en el sistema. Después de la campanada de aquella gran película protagoniz­ada por Javier Cámara, hubo nuevos roces con las grandes compañías. “¡Me quisieron cambiar los actores!”, se indigna al recordar uno de los proyectos frustrados, que en total fueron tres: dos películas y una serie, según revela en la conversaci­ón con este diario.

Uno de esos rechazos se materializ­ó curiosamen­te tras el fin de semana en que la última comedia de su hermano Fernando, La reina de España, se estrenó con pobres resultados. “Mi proyecto cayó por contagio”, ironiza.

Pero David Trueba insiste en no quedarse en la denuncia. “No podemos languidece­r. Si nos cierran la puerta, no podemos quedarnos dándole patadas; tenemos que buscar otra entrada, aunque sea apenas una rendija”, y añade: “Oigo demasiada queja”. No en vano la cantante de su película llama la atención a su amigo para que espabile cuando da muestras de flojera. “Entiendo la melancolía pero sólo cuando es artística, creativa”.

El cineasta evita juzgar, y asegura entender, a los directores que “necesitan” de la financiaci­ón y el apoyo de los grandes canales al ser el suyo un tipo de cine que requiere de grandes presupuest­os. “Mis películas

El realizador revela que las productora­s le echaron atrás dos películas y una serie a base de imposicion­es

son más de contar mis vivencias; las cosas que nos pasan”, de manera que “cuando voy en bici y veo al Ferrari que me adelanta a toda velocidad no pasa nada”. Eso no significa que no duela “cuando te cierran la puerta o te ponen la luz roja”, aclara. Pero, frente a un sistema que “te quiere poner el hierro y no te acepta si no te dejas y no entras en la ganadería”, tampoco es raro que existan “cabralocas como yo, que anden por el monte”. Un monte, el del cine, que es imposible cercar del todo a base de puertas.

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CARLOS DIAZ / EFE David Trueba, entre Fernando Ramallo y Lucía Jiménez, en Málaga

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