Carlos hereda la jefatura de la Commonwealth
La reina Isabel II cede cada vez más funciones a su hijo
La reina Isabel cumple hoy 92 años. Y aunque ha dejado claro que no piensa abdicar, cada vez cede más funciones al príncipe Carlos, el número uno en la línea de sucesión. El proceso se ha acelerado con el gesto más significativo hasta la fecha: el paso del testigo a su primogénito como cabeza de la Commonwealth.
No es que esa posición sea sucesoria, y en ningún lugar está escrito que le corresponda al jefe de Estado británico (y menos aún en un momento en que se cuestionan sus responsabilidades como potencia colonial). Correspondía decidirlo a los 53 países miembros, que han refrendado los deseos expresos de Isabel II, que hace estos días de anfitriona de la cumbre de la organización en el castillo de Windsor. Preservando la tradición, los socios evitan entre otras cosas pelearse entre sí por un cargo que es esencialmente de carácter simbólico.
“Es mi más sincera esperanza que mi hijo Carlos pueda continuar el trabajo que yo he hecho con todo entusiasmo, y antes que yo mi padre el rey Jorge VI, con el fin de ofrecer continuidad y estabilidad a las futuras generaciones, reforzar nuestra asociación y ofrecer un mundo más próspero y sostenible a quienes vienen después de nosotros”, pidió sin tapujos la monarca británica, con el apoyo de su primera ministra Theresa May. Y, aunque no hay fecha ni para su retirada ni para el nombramiento de Carlos, los miembros de las antiguas colonias le han dicho que sí.
Si la Unión Europea es el equivalente político y diplomático de la Premier League, la Commonwealth es en todo caso la segunda división. Pero con la salida de la Unión Europea a un año vista, para el Reino Unido habría sido un duro golpe moral que Carlos no hubiera sido aceptado como sucesor de Isabel II al frente de una organización que los británicos asocian con esa nostalgia imperial que es un elemento muy importante del Brexit.
La primera cumbre del grupo que se celebra en Londres desde 1997 no ha estado exenta de tensiones. Los países del Caribe han protestado oficialmente por el trato de que son objeto sus inmigrantes que vinieron a Gran Bretaña de niños, antes de la independencia, para participar en la industrialización del país y a algunos de los cuales el Gobierno de Theresa May pretendía deportar por falta de documentación que demuestre su estatus. Y el primer ministro indio, Narendra Modi, se ha negado a refrendar las acusaciones a Rusia por el envenenamiento del exespía ruso Serguéi Skripal y su hija, Yulia.
Aunque el imperio ya no exista, la relación de Londres con muchos de los países de la Commonwealth sigue siendo de naturaleza imperial. Compañías británicas controlan recursos naturales de sus antiguas colonias africanas por valor de más de un billón de euros (oro, diamantes, petróleo, gas...), y ve la organización como un vehículo no para la justicia distributiva, sino para estimular regímenes liberales con impuestos de sociedades bajos que puedan operar como paraísos fiscales. Problemas del tercer mundo como la subida del nivel de las aguas debido al calentamiento global, la delincuencia o el tráfico de drogas no le preocupan particularmente. Lo que le interesa es la amistad con Canadá, Australia y Nueva Zelanda, el mundo blanco anglosajón.
El Reino Unido es como el equipo que ya no puede competir por la Champions o la Liga y se ha de conformar con la Copa, que en este caso es la Commonwealth.
Empresas británicas controlan más de un billón de euros en recursos naturales de países africanos