La Vanguardia

De respiro en respiro

- Fernando Ónega

La política española se distingue por sus sobresalto­s, que son permanente­s, y sus respiros, que alivian un transitar agónico hacia las urnas. Se sobrevive de respiro en respiro. El del PNV, por ejemplo. Menos mal que existe y está empujado por intereses económicos para encontrar una fórmula de dar tiempo al tiempo ayudado por el calendario. Si no hubiese dado al Gobierno ese aliento de no presentar enmienda total a los presupuest­os, estaríamos en fase de liquidació­n, por lo menos sicológica. Con su iniciativa prorroga un mes la esperanza de vida de Rajoy. No es mucho, pero menos da Catalunya. Cuando se cumpla ese plazo, el sobresalto o el alivio lo pondrá el independen­tismo catalán: si hay Govern, alivio duradero. Si hay que repetir elecciones, tira millas con el 155 y, salvo nuevo equilibris­mo pragmático del PNV, olvídate de los presupuest­os.

Segundo gran respiro de la semana, también procedente del País Vasco, el comunicado de ETA. Divide a sus víctimas. A unas les pide perdón, a otras les expresa como máximo su respeto. Yo sólo pregunto en qué bando están los 20 muertos de Hipercor. Pero reconoce el daño causado y promete “la no repetición”. Es novedoso en la forma, positivo en la intención, tiene algo de rendición y supongo que serán sus penúltimas palabras antes de la definitiva autoliquid­ación. Para el Estado y el Gobierno tiene efecto sedante: les permite invocar otra vez la fortaleza del Estado y, mientras se hable de ETA, como hoy, no se hablará del “ni un euro” de Montoro y de Rajoy.

Tercer respiro, el espectácul­o de la izquierda, con los malentendi­dos del PSOE y Carmena y un Podemos que estuvo a punto de resquebraj­arse y obligó a Pablo Iglesias a una cirugía de superviven­cia, pomposamen­te llamada “acuerdo de unidad”. Ocurrió en pleno desastre del PP en Madrid, y Génova llegó a soñar con la desintegra­ción del adversario, de cuyas cenizas resurgiría una Cifuentes que destruye a todo el que se le enfrenta. Se ganan unos días, tampoco muchos, mientras acaban de decidir si dan la cabeza de la lideresa a Rivera, si la lideresa corta la cabeza de Rivera, o se les ocurre algún golpe de efecto. Otro poco de aire.

Y el cuarto respiro lo da la economía. La estadístic­a, el FMI y las agencias de rating juegan a favor de que nada cambie: la política no va bien, pero los números salen. Es el único alivio estable, y no es una cuestión menor. Obsérvese que ese recuerdo contable es el comienzo habitual de los discursos de Rajoy. Y que dure, porque, si falla, mantener la legislatur­a deja de tener sentido.

El poder vive de los respiros. Ahora mismo ya no se legisla. El Congreso se entretiene en crear comisiones: hasta 41 se contabiliz­aron esta semana y tal número hace imposible saber a qué se dedican. El Gobierno no redacta proyectos de ley, porque no los puede sacar adelante, y se limita a administra­r, supongo que bien, sin que podamos dar noticia de innovacion­es, sino de acciones de puro trámite. Agónico. El único ministro que habla de reformas es el de Economía, se nota que es nuevo. Todavía no ha sumado los diputados con los que puede contar.

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MANU / EFE Mariano Rajoy
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