En un mar de confusiones
Con Carles Puigdemont en Berlín y otros corresponsables de la declaración unilateral de independencia (DUI) o de los altercados producidos en situación de prisión preventiva en España o repartidos entre Bélgica y Suiza –con situaciones procesales distintas–, la política catalana ha entrado en un mar de confusiones en que muchos contertulios y analistas de la situación reciben adhesiones u oposiciones sin que se sepa muy bien a qué va a conducir lo que cada uno sostiene y sin que el diálogo pueda avanzar. Suele, además, haber una invasión verbal de independentistas contra constitucionalistas y a la inversa y así no avanzaremos.
Pero esto, con ser malo, no es lo peor, pues nos estamos dando cuenta de que Catalunya sigue funcionando más o menos normalmente con un gobierno asentado en el artículo 155 de la Constitución en vez de asentado en el juego político de la Constitución y el Estatuto que se violó los días 6 y 7 de septiembre al aprobarse las leyes del Referéndum y de la Transitoriedad Jurídica, que hicieron salir a Catalunya de lo que debe ser un Estado de derecho con respeto de sus leyes y normas.
Lo peor es que cada día , como vimos en la manifestación del 15 de abril, la sociedad catalana está más dividida, sin que estos últimos meses hayan servido para crear espacios de diálogo como a estas alturas debería ser deseable.
Cada vez está más claro que la facción independentista y la facción constitucionalista no sólo no acercan posiciones sino que nos confunden no respetando siquiera los simbolismos que usan día a día. Los independentistas se obstinan en hablar de presos políticos cuando deberían darse cuenta de que si pueden hacer bandera de su independentismo es porque en este país hay libertad de expresión gracias a una
Cada día la sociedad catalana está más dividida, sin que los últimos meses hayan servido para crear espacios de diálogo
Constitución que nos ampara a todos y que ellos son los primeros en decir que no respetan, rompiendo con la aceptación de las leyes que cualquier democracia debe tener como norma fundamental.
En momentos de la dictadura en que en España no había democracia muchos grupos que fueron desde el Círculo de Economía hasta la Assemblea de Catalunya defendían ideas que, de una forma razonable, propiciaron la transición hacia una democracia que nos permitiera entrar en Europa y en el marco de los “países normales”.
Hoy en día nos encontramos sin este espíritu conciliador de aquel entonces, y no sólo esto, sino que el simbolismo que se está usando conduce a un error constante y permanente sobre su significado. En la última manifestación quienes llevaban el lazo amarillo decían que no eran independentistas sino sólo defensores de que los políticos presos/presos políticos puedan volver a la vida normal como si nada hubiera ocurrido. Mal vamos si no somos capaces de atribuir su real significado a los simbolismos que usamos. A este paso, y para evitar confusiones, el que lleve el lacito amarillo deberá añadir un segundo lacito para concretar el alcance del símbolo que orgullosamente exhibe.