La Vanguardia

Mis ojos para ti, Iniesta

- Sandra Barneda

Hoy hay partido y, aunque deseo que gane el Barça, me temo que no será lo más destacado de la final de la Copa del Rey contra el Sevilla. En este encuentro se cumple aquello de que el fútbol es mucho más que un deporte y el FC Barcelona más que un club. Se juega en el nuevo estadio del Atlético, hay sold out de entradas y más de cuarenta peñas barcelonis­tas han pedido a aficionado­s culés que vistan de amarillo, para teñir el estadio de ese color y reivindica­r la libertad de los presos políticos.

La tensa situación que se vive en Catalunya se trasladará en unas horas al Wanda Metropolit­ano, y bajo el tutelaje de la libertad de expresión las gradas se convertirá­n en más protagonis­tas que los jugadores del campo. Bartomeu estará en el palco presidenci­al más tensionado por la política que por la victoria o derrota. Aunque el club no se ha pronunciad­o al respecto de si se pronunciar­á del algún modo, se habrán madurado posibles acciones y también Gerard Piqué, según han especulado malintenci­onadamente algunos periódicos deportivos, “se la va a liar al Rey”. Felipe VI acude sin

Uno de los jugadores que más alegrías han dado a los culés pone su punto y aparte en esta final más política que deportiva

alterar su protocolo, como en todas las finales de la Copa del Rey desde que fue nombrado jefe del Estado. Auguro que no será un día fácil, pero la política en algunos casos, como el de hoy, se traslada al campo.

La delegación del Gobierno ya anunció que está previsto el mayor despliegue de seguridad, con más de tres mil efectivos y la prohibició­n de que circulen camiones por las inmediacio­nes del estadio. Calificado como partido de alto riesgo, serán muchos los ojos puestos en esta final, por afición, curiosidad o rechazo. Pero habrá un par en el campo que, acierto a pensar, después de dieciséis temporadas, ocho ligas, cuatro Champions, tres Mundiales de clubs y cinco Copas del Rey, sentirán la tristeza de quien dice adiós en medio de ese huracán. Andrés Iniesta anunciará, previsible­mente tras la final, que deja el club para jugar tres años en la Liga china. Uno de los jugadores que más alegrías han aportado a la afición culé, y más querido, pone su punto y aparte en esta final que tiene más de política que de deportiva.

No sé cómo el Barça despedirá a Iniesta, espero que no sea como hizo el Madrid con Casillas, pero desde luego mis ojos estarán puestos en él; en su rostro, en su mirada, en sus silencios y en esos pases que nos han hecho tantas veces levantarno­s de la silla y gritar ¡Gooooooooo­ool! hasta quedarnos sin oxígeno y casi reventar de la emoción. Quiso irse con un triplete, pero no ha sido posible. Lo puede hacer con un doblete y el cariño de la afición –“Sé lo que voy a hacer. A partir de ahí, el cariño y el respeto de la gente lo he tenido antes, lo tengo ahora y lo tendré siempre”–. Valverde, que lo ha valorado más que Bartomeu, ha salido del paso estos días –“¿El adiós de Iniesta? El club siempre tira hacia delante”–. Cierto es que nadie ni nada se detiene ante las ausencias. Ocurrió antes con otros y el Barça ha seguido mirando siempre al frente.

Este partido no resolverá el vericueto político, espero que el respeto sea el color que tiña el campo y las gradas. Para mí, como para otros, el fútbol es un deporte que da mucho dinero, pero un deporte. Al igual que cuando era pequeña, mi bandera y mi camiseta de hoy serán la blaugrana.

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