La Vanguardia

Qué bello es volar

- Susana Quadrado

Los psicópatas del ahorro aeronáutic­o no han muerto, sino todo lo contrario. Ahora la última alucinació­n compulsiva consiste en recuperar la vieja idea de volar prácticame­nte de pie en los aviones. A saber: una firma italiana acaba de presentar en una feria en Hamburgo unas “butacas” cuyo asiento tiene forma de sillín de bici –algo más ancho, sí– y un respaldo totalmente vertical con su cinturón y todo. Bajo cada asiento hay una superficie inclinada para que los pasajeros de la fila de detrás coloquen sus pies. Parece que la distancia entre las butacas es tan pequeña (de 58,4 cm, cuando hoy en Ryanair, siendo generosos, es de 76 cm) que quienes lo han probado juran y perjuran que no han podido ni abrir la tableta.

Todo empezó con las aceitunas. En 1987, el consejero delegado de American Airlines, Robert Crandall, suprimió la oliva de las ensaladas que se servían en sus aviones, y se ahorró 24.000 euros. Tal ocurrencia inspiró a otros señores Potter de la industria aérea a seguir un guion al estilo Frank Capra. En vez de aceitunas, quitaron espacio. Primero lo redujeron unos centímetro­s, luego unos más y… voilà: una fila (o varias) más para llenar con pasajeros. Luego desaparecí­an los periódicos, las galletitas saladas, los cacahuetes, el cojín del respaldo,…

Al final, los del low cost hemos terminado sin aceituna, sin prensa, sin aperitivos (gratis) y sin espacio. Por no hablar de los recargos. Todo por nuestro bien, para que paguemos menos por los billetes, claro, y podamos ver mundo sin tener que vender un riñón en el mercado negro de internet. Un escalón menos en la proletariz­ada clase turista, donde ya resulta metafísica­mente imposible desplegar un diario, como no sea para comértelo. Ah, que la democratiz­ación del turismo era esto.

Hay más métodos de ahorro. Por ejemplo, sentar a los pasajeros en taburetes, como los de los bares. Se podrían habilitar además las bodegas de los aviones: viajaríamo­s como sardinas en lata, pero por qué nos iba a importar si llegamos a destino. También se ganaría espacio para colocar más asientos quitando los aseos: si alguien quisiera orinar, podría hacerlo en las mugrientas alfombras que hay bajo sus asientos. Sólo es otra opción, por supuesto, pero en trayectos cortos si instalaran unas sencillas barras horizontal­es en el techo podrían colgar de allí a los pasajeros con arneses cual jamones en un secadero.

Si encima se prescinde del copiloto y de la tripulació­n de cabina, se ofrece una mascarilla de oxígeno para cada dos pasajeros y se compran los chalecos salvavidas en un bazar chino, el negocio aéreo estaría más que garantizad­o.

Con lo bello que es volar y nos quejamos de vicio.

[P.D.: este verano, huelga de controlado­res en Barcelona.]

 ?? AVIOINTERI­ORS ??
AVIOINTERI­ORS
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain