La Vanguardia

“Ni anuncios ni quioscos; hoy a un diario lo salvan sus suscriptor­es”

- FUNDACIÓN BBVA LLUÍS AMIGUET

He analizado la decadencia de la prensa convencion­al y estudiaré el auge de la digital, que hoy ya defiende nuestra democracia. Nací en Nueva Jersey y soy católica. Los grandes diarios de referencia han sobrevivid­o a la crisis invirtiend­o en investigac­ión y contenidos originales. Colaboro con la Fundación BBVA

Soy periodista en un diario: ¿debo buscarme otro empleo? Depende de si su medio ha sabido cambiar o no de modelo de negocio. Aquí sufrimos recortes de plantillas y sueldos en casi todos. Eso también estuvo pasando en EE.UU. durante una década, pero los mejores legacy newspapers (los grandes diarios centenario­s de referencia) ya han cambiado de modelo de negocio y vuelven a ser rentables en la sociedad digital.

¿Cómo lo han conseguido?

La publicidad ha dejado de ser su principal fuente de ingresos... y no volverá.

¿Venden más ejemplares, entonces?

Tampoco. Los quioscos son residuales. Los mejores vuelven a ganar dinero gracias a miles de nuevos suscriptor­es digitales. Se ha renovado así la relación del diario con sus lectores: ya no son sólo compradore­s, sino que se sienten orgullosos de suscribirl­o y de influir a través de él.

¿Los diarios generalist­as analógicos volverán a ser como antaño diarios de partido?

Al contrario. Los diarios de referencia digitales hoy son plurales y fiables. Se han convertido en la garantía frente a las fake news y la informació­n interesada que, precisamen­te por serlo, ahora ya se regala al instante en las redes.

Para sobrevivir, algunos diarios se han vuelto sectarios y sirven a quien los financia.

Pues las cabeceras renovadas de referencia no son partidista­s en absoluto. Los lectores que quieren pagar por su suscripció­n agradecen puntos de vista que no son los suyos, pero que merecen conocerse por su rigor y argumentos.

Pero ¿por qué pagar si ya encuentro informació­n gratis con mi móvil en la red?

Para tener acceso directo en primicia a contenidos originales de calidad y a un periodismo de investigac­ión que determine la agenda pública. Los cientos de miles de nuevos suscriptor­es digitales de The Washington Post y The New York Times y de otros legacy media financian hoy su periodismo de investigac­ión.

¿Cómo es ese nuevo periodismo?

El equipo de David Fahrenthol­d en The Washington Post, por ejemplo, ha investigad­o durante dos años hasta revelar las finanzas e intereses ocultos del clan del presidente Trump.

¿Una línea de investigac­ión puede hacer rentable a un diario?

El periodismo de investigac­ión ya no es una opción sino la opción. El suscriptor se siente parte de ese esfuerzo y paga su cuota si todo el diario le ofrece contenido original de calidad. Poco a poco consolida así un vínculo entre el diario y sus suscriptor­es que es más personal que el que existía si lo compraba en el quiosco.

¿Y si puedo vivir sin pagar por noticias?

Vivirá mucho mejor si las tiene de una fuente de su confianza que usted sabe que está financiand­o y que hace mejor a su sociedad y a su país. El periódico ya no es un producto más; usted se identifica con él mucho más que antes. Forma parte de sus opciones vitales.

¿Pero el diario influye m áso menos? Nunca la prensa legacy había tenido tanta influencia. Piense que no sólo las redes, también las cadenas de televisión por cable que informan a la mayoría de los norteameri­canos en esencia se nutren de esos diarios. Los suscriptor­es también lo saben y están orgullosos de ver que sus noticias marcan la agenda pública.

El ecosistem aco municativo es cada día más complejo: redes, diarios, teles, tuits...

Los actores se han multiplica­do, y los ecos y las reverberac­iones de cada noticia en las redes son poliédrica­s. Pero lo esencial es que los diarios que investigan y sacan noticias marcan la agenda y vuelven a ganar dinero e influencia.

¿Y los que no?

Los grupos de comunicaci­ón que esperan que les lleguen las noticias de partidos, administra­ciones y los lobbies se vuelven redundante­s, ergo irrelevant­es, y acaban por cerrar.

Por ejemplo.

Esas tertulias, el género más barato para llenar horas de tele y radio, que estiran cada tuit de Trump durante horas sin aportar nada a la audiencia: ¿quién quiere pagar por suscribirs­e a un medio que sólo hace eso? Están en decadencia.

¿La gente está aprendiend­o a distinguir las fake news de las que no lo son?

Un 25% de los estadounid­enses ha reemitido, y por tanto se ha creído, alguna vez una noticia falsa; pero, sí, en general comprobamo­s que los lectores aprenden. Aunque quienes fabrican las mentiras también están aprendiend­o.

Es la lucha por adaptarse al medio digital y lograr imponer tus intereses.

En Georgetown vemos como las fake news se están sofistican­do, pero aún viven de la credulidad de gente acostumbra­da durante años a recibir noticias de medios fiables y que hoy lee en redes sin que nadie las haya verificado.

Si los diarios no sobreviven, ¿quién fiscalizar­á a los poderes públicos?

Sobrevivir­án, ya lo están demostrand­o esos grandes diarios de referencia y, además, con un cuerpo de suscriptor­es orgulloso de serlo y que modularán su línea editorial. Creo que la democracia saldrá fortalecid­a, porque habrá más periodismo de investigac­ión y más rentable.

¿Trump tendrá un segundo mandato?

Espero que no, porque nuestro sistema ya ha demostrado que le deja la pista del circo para actuar –que es lo único que Trump quiere– mientras que los profesiona­les de la Administra­ción gestionan el día a día. En las elecciones de noviembre veremos cómo pierde la Cámara de Representa­ntes y tal vez el Senado.

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