ABRIL, FERIA MIL
Abril feria mil. Para mí, este es el refrán sagrado de la primavera, un particular proverbio andaluz que ha traspasado fronteras mundiales. Y no es para menos, la feria es en sí misma un estado de ánimo, un concepto que se ha hecho viral, –como dirían los millennials–, desde su nacimiento en el siglo XIX. Hoy, os escribo desde una Sevilla sonriente y bulliciosa, una ciudad que acoge la feria superiora, una microatmósfera de júbilo y fiesta amenizada por la melodía de los tablaos, las risas, y los pasos acompasados de los caballos.
Durante una semana, la capital hispalense es más especial si cabe. Sus colores se multiplican, sus volantes se propagan y las flores se reproducen. El afamado alumbrao abrió el telón de esta edición el pasado sábado, y siete días más tarde, nadie tiene ganas de apagarlo, al contrario, se respira entusiasmo, deseo de vivir, de desgañitarse, de bailar hasta que los pies lloren, porque en Sevilla la feria es la actitud positiva personificada, la buena disposición hecha cante y la locura, la verdadera cordura.
Un año más, no ha faltado la jarana gastronómica en la hilera de casetas. Las sabrosas tortillitas de camarón, el festín de montaos, la variedad de pescaíto frito y como no, el dulzor del fino y el rebujito, auténticos protagonistas de esta cita sevillana. Pero ¿qué sería de la feria sin su prenda estrella? Las calles arenosas del recinto ferial se convierten en una improvisada danza de trajes flamencos; única indumentaria regional que goza de una moda que ha ido evolucionando hasta la creatividad más insospechada, el vestido con más feminidad por metro de tela, aquel que embellece la figura de cualquier mujer, cuyo principal material es la sensualidad y fuente de inspiración para grandes maestros de la costura.
Ataviarse con un traje de flamenca aporta aplomo y distinción. Automáticamente tu espalda encorvada se endereza y tu personalidad adquiere garbo y folclore. Rayas multicolores, top crops y faldas, figuras asimétricas, encajes, lunares, todo es bienvenido en este universo feriante. Este
“En Sevilla la feria es la actitud positiva personificada, la buena disposición hecha cante y la locura, la verdadera cordura”
año, las tonalidades rojas han teñido el Real de más pasión, los escotes adornando espaldas continúan siendo los grandes testigos y los pendientes de considerable dimensión han ensombrecido los farolillos del recinto con su presencia.
La moda flamenca lejos de evaporarse, ha ido in crescendo. Diseñadores de corte clásico como Lina hasta José Hidalgo, Juan Boleco o un intrépido Javier Mojarro han ido reinventando sus creaciones y han contado en los últimos años con el apoyo de pasarelas de inspiración flamenca como We Love Flamenco, capitaneada por mi querida Laura Sánchez, cuya labor en este sector es siempre de alabar.