Invasor austral
España no limita la expansión de los eucaliptos, mientras que Portugal intenta acotar el territorio que ocupa esta especie importada por su peligro en caso de incendio.
El patriarca de los eucaliptos gallegos no oculta su enfermedad. Se ve en sus ramas incompletas y poco frondosas, allá arriba, en su copa, que ya perdió la cota de los 60 metros. En la base hay una cerca que rodea sus casi ocho metros de perímetro e impide abrazar, como se hacía antes, lo que parecen patas de elefante sobresaliendo del tronco. O Avó (El Abuelo, en castellano) fue plantado en 1880 en O Souto da Retorta (Viveiro) por un catalán, el empresario Jaume Bassols, 238 años después de que los exploradores holandeses se encontrasen con este árbol en Tasmania. Faltaban décadas para que a mediados del siglo XX el eucalipto comenzase a extenderse por la fachada atlántica ibérica hasta hacerse su amo indiscutible. Su cuestionamiento nunca había sido tan intenso como ahora. Justo cuando tras los incendios del 2017 Portugal acaba de restringir su expansión, en España el comité científico asesor del Ministerio de Agricultura recomendó catalogarlo como especie invasora, petición que, esgrimiendo motivos socioeconómicos, el Gobierno desoyó al considerar que parte de una “actitud tendenciosa”.
Manuel Fraga disfrutaba en verano de una jornada de pesca en el puerto de Cariño. En una ocasión mientras le hacían fot mió ante sus acompa que esa era la zona de G que mejor se daba el ucalipto. Este exministro de Fr nco que presidió la Xunta fue el gran defensor político de este árbol, de cuya explotación se est man que dependen unos 5.000 e su mayoría en zonas rurales de primidas.
En 1992 Fraga impuls su crecimiento con un Plan F Galicia en el que se prev zar las 245.000 hect 2032, mientras se proyectaba la instalación de una falli de papel. A comienzos sente década se ronda 300.000, según las lentas estadíst os ecologistas cal-
c l c n otras especies, hoy en día ocup 600.000 hectáreas, frente a las 4
Cuando a finales del siglo pasad uno de los grandes patrones de l industria papelera escandinava v sitó Galicia, en el marco de la p
onal de Celulosas, Ence, se sorp endió mucho con el rechazo soc al que suscitaba un árbol. Quizá n die le explicó bien la tristeza q
ación ver todo el litoral converti c ótico y abandonado, mientras s a tura resiste en plenitud el bosq
á bol australiano, la nietens, emp
Pero el eucalipto por excelenc a en Galicia es el de otra especie, e globulus, el blanco, que según l t
E esa rentabilidad, que permite c r produce por sí mismo varias vec t mbién tiene este árbol, eje de un c nflicto tan enconado como prol ngado. Por ejemplo, la primera iniciativa legislativa popular que se debatió en el Parlamento de Galicia, en 1989, pretendía frenar al eucalipto.
La polémica registró un salto cualitativo el año pasado a partir de que en septiembre el alcalde de Teo, Rafael Sisto, profesor de Químicas y miembro de En Marea, elevase una documentada petición al Ministerio de Agricultura para declararlo especie invasora, lo que comportaría extremar los controles y establecer planes de erradicación. El 1 de diciembre el comité científico del ministerio acordó por unanimidad solicitar esa declaración de especie invasora en un informe en el que se destaca que el eucalipto empobrece la cadena trófica, altera las propiedades del suelo, provoca pérdida de biodiversidad, coloniza espacios abiertos y se retroalimenta con los incendios forestales, ya que contribuye a propagarlos y es capaz de reproducirse después del fuego. Sólo cuatro días después, el 5 de diciembre del 2017, la subdirección general de Política Forestal del ministerio contestó con un incisivo informe, en el que descalifica el dictamen científico, al asegurar que no hay consenso académico para sustentar sus afirmaciones, mientras ensalza la importancia socioeconómica de los eucaliptos, “las especies forestales más relevantes por su interés maderero en España y Portugal”.
La respuesta, que incluye un documento de un científico que colabora con Ence, subraya el impacto social de estos bosques y afirma que en Galicia arden menos que el resto.
Hasta comienzos de abril no se conocieron los dos informes contrapuestos, lo que disparó el debate en los medios gallegos, discusión de la que se puede extraer la lectura común de que el problema no está en el árbol en sí, sino en su gestión, sobre todo por su descontrol, pues son las llamadas plantaciones espontáneas, descuidadas y muy abundantes, las que más se queman.
En O Souto da Retorta al abuelo se le ve triste, por sus achaques, y no se sabe si también por la situación del eucalipto en Galicia.