Valls revoluciona la batalla de Barcelona
La posible irrupción del ex primer ministro francés en la lista de Ciudadanos anima el debate sobre el futuro de la ciudad, que se debate entre una Colau en minoría y en crisis y una oposición que no presenta una alternativa clara.
Ha llegado el terremoto Manuel Valls. El simple reconocimiento del ex primer ministro francés de que estaría dispuesto a estudiar firmemente su candidatura a la alcaldía de Barcelona ha generado un apasionante debate público sobre las ventajas e inconvenientes de su candidatura. Manuel Valls ya fue trending topic mundial el mismo viernes tras admitir tal posibilidad en Los desayunos de la1 de TVE, pero donde su anuncio cayó como una bomba fue en Barcelona. Su posición abiertamente contraria al movimiento independentista despertó la inmediata respuesta de rechazo de estos sectores en las redes, que interpretaron su apuesta por Barcelona en clave estrictamente nacionalista. Los altavoces independentistas se han puesto en marcha y han dado la voz de alerta ante el riesgo de que Barcelona caiga en manos de un candidato españolista, mientras sus filas andan divididas a la espera de encontrar un mirlo blanco que pueda juntar a todos los soberanistas bajo una misma lista.
No fue casual que los dos candidatos a las primarias del PDECat, Neus Munté y Carles Agustí, apremiasen el sábado al alcadable de
ERC, Alfred Bosch, a que espabilase para buscar este acuerdo. La posible llegada de Valls provoca algo más que inquietud.
De entrada, la apuesta de Valls parecería una operación de marketing de Ciudadanos sin mucha espe- ranza de éxito. La principal virtud que debería tener un candidato a la alcaldía de una ciudad es justamente el conocimiento y la experiencia que puede aportar sobre ella. Valls nació en Barcelona hace 56 años, pero siempre ha vivido en Francia. Él mismo recuerda que sus padres vinieron de vacaciones expresamente a Barcelona para que naciera aquí, pero su formación ha sido francesa. Es cierto que habla perfectamente en catalán y castellano, pero ha vivido Barcelona de lejos. Otro argumento que pesaría en su contra es su imagen de fracaso en la política francesa al no haber logrado su objetivo de presidir la República y haber acabado abandonado el PS. Que la política española se convierta en una vía de escape a la vista de su carrera frustrada en Francia puede ser mal visto por los votantes. Por estos motivos hay quien todavía duda que su candidatura se acabe materializando. Sin embargo, su nombre llega en un momento clave, a un año de las elecciones, y con la sensación de que la ciudad no tiene un rumbo ni futuro claros. Ni Ada Colau convence con decisiones erráticas y fracasos de proyectos (multiconsulta, tranvía), ni existe en la oposición una alternativa que emerja con fuerza e ilusión para comenzar una nueva etapa. Valls, en cambio, no es un recién llegado. Ha sido primer ministro de Francia, lo que no es poca cosa, con toda la experiencia y bagaje que ello supone, e indudablemente es un mensaje de marca para la ciudad de Barcelona a nivel internacional. En la construcción de la nueva Europa, el mensaje es de calado: un primer ministro francés puede ser alcalde de Barcelona. En su única explicación pública sobre los motivos de su decisión, afirma que quiere que Barcelona lidere una Catalunya generosa y abierta con Europa “y no pequeña y replegada en su interior”. Estas permanentes críticas al independentismo sí que pueden ser un hándicap si se interpreta que su apuesta por Barcelona es una mera excusa para atacar el nacionalismo catalán. De todas formas, Valls tiene tiempo y sabiduría para modular su discurso y no aparecer como un simple azote de herejes catalanistas. Pese a su pasado socialista, Valls ha escogido Ciudadanos y no el PSC, una apuesta que tiene una base electoral a tener en cuenta: Inés Arrimadas barrió el 21-D a los socialistas y a los comunes en sus distritos tradicionales y ganó en número de votos en toda la ciudad.
Ciertamente la batalla de Barcelona adquiere un protagonismo aún mayor. Mientras la Generalitat sigue paralizada y no parece que la situación se resuelva en los próximos meses, hay muchos agentes económicos que consideran que Barcelona y su área metropolitana es realmente el poder económico real. Su control, por tanto, se convierte en el tema esencial de futuro.