La debilidad del fuerte
Prohibido entrar en un estadio con prendas amarillas, una medida alucinante. Ocurrió la noche del pasado sábado en Madrid, no en Teherán, ni en Riad, ni en Pyongyang. No más alucinante que un tuit de la Policía Nacional con el siguiente mensaje: “El himno nos representa a todos, es símbolo de un país, de una historia... Hoy, y siempre, respétalo y no ofendas a los que se sienten orgullosos de él”. ¿Entra esto dentro de las atribuciones normales de una policía de un país de la UE? Por no hablar de otro tuit, del Ministerio del Interior, cuyo texto parece más propio de un líder religioso fundamentalista que de un gobierno democrático: “El Código Penal concreta qué se considera delito de terrorismo. Compartimos una imagen [de una página del Código Penal] por si alguien necesita reflexionar sobre ello durante el fin de semana. El resto, a descansar, que la @guardiacivil y la @policia velan por la seguridad de todos. #FelizFinde”. Estamos aquí.
Dado que hoy es jornada de libros y rosas, los hechos me animan a recomendarles una obra clásica, la novela 1984, de George Orwell. Si las peripecias del pobre Winston Smith les parecen demasiado insoportables, piensen que el absurdo de la ficción siempre es superado por el absurdo de la realidad, como es notorio. Y de realidad y realismo va otro libro que también les recomiendo, un ensayo sobre la política del momento, escrito por Josep Martí Blanch y titulado Cómo ganamos el proceso y perdimos la república, un texto honesto que explica y analiza las causas de esta crisis, sin caer en simplificaciones.
Martí Blanch, que fue secretario de Comunicació del Govern con Mas, hace un esfuerzo de distanciamiento inteligente que no debe confundirse con neutralidad impostada. Soberanista sin militancia partidista, el autor ofrece el mejor testimonio hasta la fecha sobre el núcleo político institucional del proceso, con críticas muy razonadas a todas las partes. Del capítulo final, extraigo una reflexión, que debería ser escuchada en Madrid: “El Estado, y especialmente los grandes partidos políticos que operan en toda España, deberían empezar por admitir la debilidad que entraña su fortaleza”. Según el periodista y consultor, si el bando fuerte actualizara su balance de pasivos y activos, podría concluir que “los costes del inmovilismo pueden acabar siendo excesivos y que la mejor manera de defenderse es atreverse a mover ficha”. Debilidad de la fortaleza, he ahí el drama del Estado. Policías requisando bufandas y camisetas amarillas, jueces describiendo violencias que no han existido. Poder sin autoridad.
Otro libro muy recomendable, el reportaje Los entresijos del ‘procés’, del excelente periodista Oriol March, confirma con muchos datos que, contra lo que algunos anuncian, esta crisis se hará crónica, porque la represión no sirve para forzar el cambio de opinión de esa mitad de la sociedad catalana que ya se ha ido. Al contrario.
La represión no sirve para forzar el cambio de opinión de esa mitad de la sociedad catalana que ya se ha ido