La Vanguardia

Sí, el Barça es más que un club

- Joaquín Luna

Por fin algo que celebrar sin malos rollos en Catalunya! El Barça ganó la Copa del Rey con el guion perfecto, tan perfecto y tan Iniesta que el resto quedó en segundo plano. Y esa alegría integrador­a avala que sí: el Barça sigue siendo más que un club porque es la única institució­n de Catalunya que escapa a la maldición aznariana. El Barça no se ha fracturado.

¿Es imprescind­ible que el procés avinagre el día a día y tengamos que flagelarno­s? ¿Hay que guardar luto, ausencias o sobredimen­sionarlo todo hasta el punto de que darse una alegría colectiva parezca pecado?

La leyenda del “més que un club” es hija del franquismo y romántica (junto a episodios gloriosos conviven otros menos gloriosos). El Camp Nou, como Les Corts, fue oxígeno para la catalanida­d reprimida y una fuerza integrador­a para los inmigrante­s llegados de toda España. Hoy, paradójica­mente, el oxígeno es la equidistan­cia y el alejamient­o de la política: ya no sufrimos una dictadura. Vivimos en una sociedad democrátic­a en la que los medios de comunicaci­ón, el Parlament, las redes

La única gran institució­n de Catalunya que no se ha fracturado estos años del ‘procés’ es el FC Barcelona

y la calle son vías de expresión: no tiene sentido que el FC Barcelona se sienta obligado a hacer política, a comentar la actualidad o a tratar de quedar bien con unos y otros, porque además es imposible.

¿No es significat­ivo que en Inglaterra los clubs prohíban exhibir símbolos y pancartas políticas en sus estadios? Es elemental: los campos de fútbol son un espacio para disfrutar de un juego que une –por estúpido que pueda parecer – y permite olvidar problemas, sinsabores y todas aquellas cosas que alejan del carpe diem de Horacio.

¡Carpe diem! Miles de catalanes fueron a Madrid a animar al Barça y esa ciudad acogedora como pocas estuvo a la altura: nadie montó el cirio a los visitantes catalanes. El culé que quiso pudo silbar el himno y al jefe del Estado –ciertament­e esto no sucedería, año tras año, en Turquía–, y este entregó la Copa que lleva su nombre a Andrés Iniesta (¡por fin despedimos a lo grande a jugadores de leyenda!). Hubo algún episodio absurdo y menor en el acceso al Wanda, pero magnificar­lo son ganas de dar por hecho que hemos venido a este mundo a pasarlo mal y a vivir entre lamentos.

Tengo simpatía por el presidente Bartomeu, excepto cuando quiere quedar bien, porque inevitable­mente termina por quedar mal con todos. Somos una afición plural y tolerante que no se inmuta si el vecino de localidad grita “independen­cia” o no. Y en nombre de ese valor integrador y habida cuenta de que Franco falleció hace ya 42 años en la cama, seguiremos siendo “més que un club” si nos aislamos de la política. Ya hay –y muchos– ámbitos apropiados.

El Barça es la empresa catalana más global. El Zara del deporte. Y no andamos sobrados en Catalunya –y menos últimament­e– de marcas industrial­es de prestigio universal...

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