La Vanguardia

Una guerra de desgaste

- Josep Miró i Ardèvol

El Gobierno español y la mayoría parlamenta­ria catalana, con la colaboraci­ón necesaria de sus milicias irregulare­s, están empeñados en una guerra de posiciones, de desgaste que, como en todas las guerras, destruye a la población civil.

Deberíamos gritarles más gente y más fuerte. A unos para que entiendan que no queremos un país nuevo para un futuro que no se alcanza, ni la versión independen­tista de la promesa comunista que exige sacrificar las generacion­es presentes. Sólo pedimos un gobierno decente que se ocupe de aquello que realmente puede abordarse –que es mucho– y que afecta a nuestras vidas cotidianas. A los otros, que no es necesario que nos protejan de unos “golpistas”, sino que respondan a la evidencia de que dos millones de catalanes quieren huir de España, y ocho de cada diez consideran que Catalunya no recibe un trato digno y justo. Algo grave no encaja cuando tantos pensamos de esta manera.

Esta guerra de posiciones se ha convertido en una lucha por el poder político como fin en sí mismo, que es la forma más deleznable de poder. Entre los partidos de la independen­cia todo gira en torno al culto a la personalid­ad de Puigdemont el ausente, que sabe que su superviven­cia política –no la de nuestro pueblo– pasa por la guerra de posiciones contra el Estado. Tengo para mí, y las encuestas lo avalan, que quien fuera capaz de decir ¡basta! a este bloqueo y encarar el principio de realidad, ocuparía el destruido liderazgo político catalán. Para Ciudadanos es un incentivo mantener la guerra porque satisface su vocación genética, a la vez que les proporcion­a buenos réditos electorale­s. Para el PP, porque confía en que la etiqueta del “golpismo independen­tista”, les rinda dividendos de ley y orden. Pero la democracia no es eso, porque es un medio al servicio del bien común, hoy en manos de quienes lo destruyen con sus beligeranc­ias, o lo prostituye­n con su mal uso.

Bien común, que significa, recordémos­lo, no la satisfacci­ón del grupo más numeroso, ni tan siquiera de la mayoría, sino la construcci­ón de aquellas condicione­s que hacen posible que cada persona, cada familia, se realice en su propio proyecto de vida y que este redunde en beneficio de la comunidad. Este es el gran tensor, el horizonte de sentido para hacer buena política que, créanme, sólo será posible si los propios catalanes nos lo proponemos de una vez por todas.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain