La psicología del momento
Cuando no queda ninguna explicación posible para explicar hechos concretos que han acontecido, se suele apelar al plano psicológico para tratar de dar sentido a lo ocurrido. El campo de la psicología también trata el estudio del alma porque permite establecer los límites de la experiencia humana. Uno de estos casos es el conflicto entre el independentismo catalán y el Estado español; al rebasar lo imaginable, es preciso utilizar otras herramientas para su evaluación y comprensión. ¿Cómo deberíamos explicar que queriendo llegar a la independencia por una accidentada carretera se haya acabado en una pista de autos de choque, donde los vehículos y los pilotos sólo tienen el propósito de chocar incansablemente unos con otros? La fuerza de los acontecimientos, ampliados por las redes sociales, han provocado que las emociones sustituyan a la acción política y que los independentistas pragmáticos no encuentren la forma de dar la noticia clave: la república no llegará sin gobierno.
La psicología del momento está marcada por la presencia ausente de Carles Puigdemont y su capacidad de crear la ilusión de que sólo él puede validar quién debe presidir la Generalitat de Catalunya. Los partidarios de la doctrina Puigdemont sí o sí han logrado que los partidarios de Puigdemont sí pero siempre y cuando pueda gobernar se sometan a la visión política de los primeros. La psicología del momento se expresa en la resistencia de los partidarios de Puigdemont a cambiar la inmaterial república catalana por un gobierno autonómico capaz de conseguirla. El miedo a ser señalados como traidores tiene más efecto que el peligro a que sea la calle la que gobierne la situación. El factor Puigdemont como ostentador de la única legitimidad política ha hecho crecer en la imaginación de sus votantes que es imposible gobernar Catalunya sin contar con él. Puigdemont es el elegido; es el único presidente posible para gobernar Catalunya, hoy dominada por hombres que no lo merecen. ¿Sólo él lo merece?
La psicología del momento que representa el independentismo radical sigue oponiéndose a que los acontecimientos se produzcan sin golpes de efecto, porque ello llevaría implícito advertir una evidencia: sin la perpetuación del conflicto, su república se desvanece.