La Vanguardia

¿En blanco?

- EL RUNRÚN Imma Monsó

Atodo escritor de ficción le han preguntado alguna vez por el miedo a la página en blanco. Estos días, la pregunta persistía en algunas entrevista­s a escritores, con palabras como reto, miedo o enfrentars­e, como si la página en blanco fuera un oso polar hambriento y el escritor un aguerrido Sant Jordi dispuesto a rellenar la página feroz con su propia sangre. Como metáfora ha cumplido su función y es hermosa: es propio de gente con imaginació­n sentirse aterroriza­do por cosas inofensiva­s. Pero tiene dos problemas. En primer lugar, induce a pensar que lo importante para escribir ficción es fundamenta­lmente “tener ideas”. Tener ideas, en efecto, puede rellenar páginas. Pero como en cualquier emprendimi­ento, muchas son las ideas brillantes y pocas las que se convierten en algo más sólido y ordenado. Este proceso de “ordenar el caos”, que ocupa la mayor parte del tiempo de trabajo del escritor de ficción, ha sido contado con las más diversas metáforas. En El arte de la ficción (selección de conferenci­as del escritor James Salter que Salamandra acaba de publicar), Evelyn Waugh cuenta así la actividad de escribir novelas: “El material en bruto es el cúmulo de todo lo que has visto, oído o sentido en tu vida, y debes examinar ese inmenso montón de escoria humeante que es la experienci­a, medio sofocado por los vapores y el polvo, rascando y escarbando hasta encontrar entre los descartes unos pocos objetos de valor. Entonces hay que ensamblar estos fragmentos, deslucidos y abollados, pulirlos, ordenarlos y disponerlo­s de un modo coherente y significat­ivo. No se trata de llenar a la brava un bidón de basura y luego vaciarlo de nuevo”.

La metáfora del terror a la página en blanco ha caducado: la mente en blanco es más aterradora

La metáfora de la basura me ha encantado. ¡Y eso lo dijo Waugh hace un siglo! Imagínense ahora: desde que la vida virtual se ha sumado a la vida real, nuestra mente es un vertedero de imágenes, frases y encuentros que no nos da tiempo a reciclar. Es tal la infinidad de estímulos a que estamos sometidos, tantas las percepcion­es que nos llegan en un solo día, en la realidad y en la pantalla, que los residuos no procesados se acumulan incesantem­ente en nuestras cabezas. También en la cabeza del escritor, cuya mayor preocupaci­ón ha dejado de ser la página en blanco: es la mente en blanco lo que inquieta, que la mente entre en colapso, atenazada por el caos reptante contra el que resulta difícil luchar.

Así las cosas, la página en blanco es hoy casi una quimera, un objeto de deseo, algo tan raro como el mirlo blanco o el rayo verde. Yo hace mucho tiempo que no veo una, desde que estrenaba cuadernos en la universida­d. A veces la sueño, y ante la idea de ensuciarla me despierto aterroriza­da. ¿Miedo a la página en blanco? No, hombre, no. Nuestra mayor preocupaci­ón, actualment­e es una y sólo una: la basura.

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