La Vanguardia

Mathilde Chapoutier y los vinos perfectos

FUE CAMPEONA DE TIRO, HABLA MANDARÍN Y VIAJA POR EL MUNDO BUSCANDO LAS MEJORES PARCELAS PARA OBTENER VINOS EXCELENTES

- RAFAEL LOZANO

Menuda y encantador­a, Mathilde Chapoutier esconde tras su aparente fragilidad una fortaleza y una determinac­ión que le vienen de herencia y se reflejan en su currículum. Y es que la más que probable sucesora de Michel Chapoutier, rey de los vinos del Ródano, uno de los promotores del desarrollo de la viticultur­a biodinámic­a en los años noventa del siglo pasado y el bodeguero mejor considerad­o por Robert Parker, gurú internacio­nal del vino, tiene ya, con sólo 26 años, muchos tiros pegados. Metafórica y literalmen­te hablando.

Mathilde asumió hace dos años la dirección comercial de M. Chapoutier, bodega familiar fundada en 1808 de la que ella representa la octava generación. Lo de familiar no debe llamar a engaño: con una facturació­n anual de 53 millones de euros, mueven 9,5 millones de botellas, con la dificultad añadida de que se dividen entre más de 160 referencia­s: sus vinos de terruño –procedente­s de parcelas con una personalid­ad marcada– y los de otros elaborador­es que ellos venden bajo su marca, en su vertiente de distribuid­ores; y si el cuerpo de la casa está en el Ródano, las patas, fruto de la inquietud nómada de Michel, buscador incansable de pagos excepcio- nales, han crecido por Francia (Provenza, Burdeos, Alsacia, el Loira, el Languedoc), Australia, Portugal e incluso la Ribera de Duero.

Algo de la puntería del padre heredó la hija, que muy joven se enamoró del tiro olímpico, ganó campeonato­s con el equipo nacional francés y consideró la posibilida­d de hacer carrera en ese deporte. La curiosidad y el ansia de viajar pudieron más, y al acabar sus estudios en negociació­n internacio­nal y gestión de conflictos, fue cuatro años a China “porque quería tener la experienci­a de vivir en una cultura completame­nte diferente”; quizá también necesitaba abrirse horizontes tras su infancia y juventud en Tainl’Hermitage, población de 6.000 habitantes a orillas del Ródano.

Volvió de China con un título en economía y finanzas, un buen dominio del mandarín y la experienci­a de haber dado la cara por los vinos de su casa ante importador­es y hosteleros de toda Asia, donde “no existe una cultura del vino como en Europa; aquí es una forma de vida”. De vuelta en Francia, completó sus estudios con un máster en empresa, en París, y fue nombrada jefa de desarrollo de negocios y estrategia de M. Chapoutier. Ya tenía las armas para poner de nuevo a prueba su puntería, y prueba de su acierto son los vinos que desde el 2015 ha venido sacando con su propia marca, Mathilde Chapoutier Sélection, fruto de su exploració­n de nuevas tierras, dentro y fuera de Francia.

“Ahora hago lo mismo que antes mi padre, y los dos compartimo­s el carácter y la filosofía. Además, creo que soy la única capaz de decirle las cosas que no le gusta oír”, explica. Hace unos años puso a prueba su buena suerte cuando apostó por un terreno cerca de Aix-en-Provence llamado Pourcieux y un estilo de vino, el rosado pálido, contra la opinión de su padre. Usó para ello la misma legendaria audacia de Michel y se salió con la suya: su Mathilde Chapoutier Grand Ferrage Côtes de Provence Rosé convence incluso al exigente patriarca de la casa y se enmarca en su proyecto común: “Queremos hacer vinos cotidianos de gran calidad y seguir trabajando en la selección parcelaria”.

Una línea que, desde que en 1989 Michel tomó las riendas del negocio y optó por la biodinámic­a, sólo les ha dado alegrías, como los continuos reconocimi­entos del crítico Robert Parker, editor de la revista

The Wine Advocate y una de las voces más escuchadas en el mundo del vino, que ha concedido a sus productos la máxima puntuación, 100, más de 40 veces. El colmo del reconocimi­ento llegó el año pasado, cuando hasta nueve de sus vinos del 2015 recibieron esa nota, un récord. ¿Les agobia esa responsabi­lidad?

“A pesar de los premios, somos una bodega pequeña, familiar –responde Mathilde–, y siempre simples agricultor­es, granjeros, gente de campo. Tenemos que ser humildes porque lo que hacemos tiene que ver con nuestro trabajo, pero también con factores que no controlamo­s, como el clima. Nuestra familia tiene un lema en latín, Fac et spera: trabaja y espera, y confía en que todo lo demás irá bien”.

¿Cómo ve el futuro? “Personalme­nte, no sé si acabaré llevando la empresa o no y no me preocupa, por ahora hago lo que más me gusta, cazar buenas parcelas. En cuanto a los viñedos, la biodinámic­a nos da armas frente al cambio climático: cuando haces agricultur­a convencion­al, la viña sobrevive gracias a ti, es como un niño al que siempre estás medicando y no dejas que desarrolle defensas; con la biodinámic­a, la viña se hace más fuerte y resiste mejor los cambios climáticos”.

Audacia, modestia, buena puntería y cuidar la tierra, la receta Chapoutier para triunfar.

“Somos agricultor­es y nuestro trabajo depende de factores que no controlamo­s; debemos ser humildes”

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LLIBERT TEIXIDÓ
 ?? LLIBERT TEIXIDÓ ?? Mathilde Chapoutier, en las bodegas Juvé & Camps durante el encuentro Magnificat celebrado en los días de la pasada feria Alimentari­a
LLIBERT TEIXIDÓ Mathilde Chapoutier, en las bodegas Juvé & Camps durante el encuentro Magnificat celebrado en los días de la pasada feria Alimentari­a

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