El futbolista de PlayStation

LLEGÓ sin hacer ruido y se marcha de puntillas. Iniesta no ha sido Balón de Oro, ni siquiera portada en los videojuegos FIFA de la PlayStation. Ingresó en el Barça con 12 años y se va a punto de cumplir 34, así que dos terceras partes de su vida las ha pasado vestido de azul y grana. Por eso, cuando ayer llegó el momento de la despedida, estaba hecho un flan, con los ojos humedecidos y la voz entrecortada. Se marcha a China, donde le ofrecen el último gran contrato de su vida, con el compromiso de distribuir sus vinos manchegos, la ilusión de su padre. Se va porque, en un alarde de sinceridad, ha confesado que ya no puede dar lo mejor de sí mismo. Como siempre, ni un reproche, ni un lamento. Hablando con esa corrección que ha hecho de él un ejemplo de deportista, una estrella sin desvaríos ni delirios, sin excentricidades ni exhibicionismos.

El fútbol se lo ha dado todo, pero Iniesta se lo ha devuelto al cien por cien. Siendo todavía un niño, llegó a la Masia tras un largo viaje en coche desde Albacete. Su aspecto frágil no ha sido obstáculo para que los rivales siempre le percibieran como un futbolista poderoso. Un artista con un guante en cada pie, a quien es dificilísimo robarle el balón. Es uno de los capitanes, pero los mejores galones no se llevan en el brazo ni en la bocamanga. Iniesta es el líder que no necesita gritar ni dar un puñetazo sobre la mesa. Pocas veces un futbolista es aplaudido en todos los campos, por cómo es y por lo que representa: el fútbol elegante, caballeroso, artístico.

France Football ha pedido disculpas por no haberle concedido nunca el Balón de Oro. En el 2010 quedó segundo a pocos votos de Messi. Acababa de conseguir el gol que dio a España el Mundial de Sudáfrica, el año antes había marcado el iniestazo ante el Chelsea en Stamford Bridge. A Iniesta le importan poco las vanidades: prefiere el mejor título, que es el cariño de la gente. ¿Y la PlayStation? Su juego favorito es el

Mario Kart 8, no hay problema.