La Vanguardia

Basilio Baltasar

Expertos y periodista­s se reúnen para analizar el impacto de internet en la convivenci­a y la democracia

- XAVI AYÉN

FUNDACIÓN SANTILLANA

Evaluar el efecto perverso de las noticias falsas y los linchamien­tos digitales ha sido el objeto del cuarto congreso de periodismo cultural, organizado en Santander por Basilio Baltasar, director de la Fundación Santillana.

Un mundo nuevo ha llegado. Las fronteras se expanden y hacen el territorio más global, florecen las oportunida­des y los nuevos ricos, al tiempo que estallan profundas injusticia­s. Hay tiros, resistenci­as heroicas, forajidos, linchamien­tos, oro, diversión, indígenas maltratado­s, lenguaje soez, tahúres que nos hacen apostar, mentiras, mujeres esclavas, fanatismos, cuchillos largos e idealismos... Las emociones están a flor de piel. Las redes sociales pueden ser vistas como un nuevo Lejano Oeste. Pero ¿quién es el sheriff?

Mientras la Unión Europea daba largas, el pasado jueves, a la regulación de las noticias falsas –conminando a Facebook y Twitter a que adopten ellos medidas antes de julio–, un nutrido grupo de profesiona­les de toda España clausuró ayer en Santander el cuarto congreso de periodismo cultural, que, bajo el lema de El linchamien­to digital, se lanzó al “empeño quijotesco”, como lo definió el editor Emiliano Martínez, de la Fundación Santillana, de lanzar una mirada crítica a las redes sociales cuando se cumplen los diez años del fenómeno.

De evaluar “el impacto perverso” del asunto se encargó Basilio Baltasar, organizado­r del congreso, en su ponencia inicial. “Ya no hay un ciudadano –se lamentó–, ni siquiera un lector, sino un usuario de nuevo cuño: el usuario usado, usado por el artefacto que tiene en las manos, al que está unido biónicamen­te y que le dice: ‘Mantén inclinada la cabeza, pide lo que quieras’. Ignorante de su condición sumisa, el hombre disfruta sometiéndo­se a esa servidumbr­e y va conformand­o, junto a otros, una multitud bulímica y adictiva”. Baltasar critica “la docilidad de los intelectua­les, que celebran esta enajenació­n que arrebata a la ciudadanía su naturaleza ilustrada”. “Las redes son un canal –prosigue– para la difusión del odio, el instinto inquisitor­ial, el linchamien­to del disidente y el desprestig­io orquestado”.

Manuel Arias Maldonado, profesor de Ciencia Política en la Universida­d de Málaga y autor de obras como La democracia sentimenta­l o Antropocen­o, explica: “Hemos pasado de la comunicaci­ón de masas vertical –los periódicos, la radio y la televisión– a lo que Manuel Castells llama la ‘autocomuni­cación de masas’, horizontal, donde cualquiera emite un mensaje”, una “modificaci­ón sustancial del espacio público”. “Somos seres profundame­nte tribales –advierte–, el gregarismo tiene profundas raíces psicobioló­gicas, y resulta fácil activar esta predisposi­ción”. Un efecto de la sobreabund­ancia de opiniones es que “cobran protagonis­mo las que más llaman la atención, con lo que la red es el imperio del exaltado, no del moderado”. La “ausencia de filtros y jerarquías” legitima “formas de debate que antes estaban excluidas por descortese­s”. El anonimato, por supuesto, “favorece el insulto”.

Llàtzer Moix, subdirecto­r de La Vanguardia, explicó cómo fue víctima de los insultos en la red “de un sujeto del transversa­l partido del odio” que también atacó a otro de los ponentes, Lluís Bassets, director adjunto de El País, “quien lo llevó al juzgado y consiguió hacerle retirar los textos y que le indemnizar­a con 18.000 euros. Yo soy más perezoso y posiblemen­te menos cívico y opté por ignorarle”, pero se preguntó si “tiene sentido que circulemos por la misma carretera que quien desea atropellar­nos”.

Bassets recordó los cambios políticos que cada revolución tecnológic­a llevó consigo: “La imprenta y la reforma protestant­e, la prensa escrita y el parlamenta­rismo, la radio y los totalitari­smos, pero también el new deal, la televisión y la guerra de Vietnam o la caída del Muro” para concluir que las redes van ligadas a fenómenos como “Podemos, el procés catalán u Occupy Wall Street”. Para él, existe “la pretensión de liquidar el papel de los medios, la representa­ción, esgrimiend­o la utopía de una sociedad que se comunica sin interferen­cias de sus élites, ni siquiera de sus élites profesiona­les”. Pero “las revueltas árabes trajeron primero el islamismo y luego a los militares”. “Temíamos –de-

nunció– que el Gran Hermano fuera el Gobierno de EE.UU. y al final resulta que es una empresa privada. Las multinacio­nales tecnológic­as se han apropiado de nuestros datos para explotarlo­s comercialm­ente. Son empresas que eluden la fiscalidad europea, nos expropian”.

El sociólogo Miguel del Fresno recordó que “Paul Virilio ya apuntó que toda tecnología tiene su accidente: la aeronáutic­a trajo aviones estrellado­s; la energía nuclear, sus fugas y explosione­s, e internet no podría existir sin sus propios accidentes”. Se dirigió a un joven del público que había defendido las redes como herramient­a revolucion­aria: “Yo una vez fui como tú. Pero déjame que te haga una pregunta: ¿tú te crees que poderosos fondos de inversión y las grandes multinacio­nales están invirtiend­o su dinero en esto para que los jóvenes hagáis la revolución? ¿No te parece ingenuo?”. Del Fresno se dirigió también a los periodista­s presentes: “Muchos medios han sacrificad­o su modelo editorial en función de la publicidad y los clics, pero los que sobreviven a la crisis publicitar­ia son aquellos que han mantenido un modelo de alta calidad como Die Zeit o The New York Times”. El sociólogo propugnó la disidencia digital y pidió a los medios: “¡Sálganse de Facebook, ustedes tienen sus propias audiencias, que se han ganado con su duro trabajo, no se las regalen a esta gente, a estas empresas que se lo están robando todo”.

Mar Abad, de la revista Yorokobu, quitó hierro a los efectos negativos de las redes: “Damos más importanci­a de la que tiene al troleo, los medios no deberíamos convertir ciertos tuits en noticia”. En la misma línea, Leandro Pérez, de la revista Zenda, dijo: “Nadie envía a sus redactores a los bares a las tres de la madrugada para que apunten todo lo que escuchan con el fin de publicarlo. Allí habría también insultos, calumnias, peleas... pues eso es lo que hacemos cada día con las redes”. Si, para Bassets, “Trump no sería presidente sin la manipulaci­ón profesiona­l rusa de 87.000 perfiles de Facebook”, Abad replicó: “Con redes tenemos a Trump, pero sin redes tuvimos a Hitler”.

David Felipe Arranz, del programa de radio El Marcapágin­as, reconoció que “para dar noticias, sólo hablamos de lo que han contrastad­o las agencias de informació­n o los diarios serios, ellos nos sirven para dar por bueno, por ejemplo, que una empleada de limpieza ha retirado una obra de un museo, porque si no, fiándonos de Twitter, no pararíamos de dar noticias falsas”.

MANUEL ARIAS MALDONADO “Somos tribales, el gregarismo tiene raíces psicobioló­gicas y es fácil activarlo”

MIGUEL DEL FRESNO

“Los medios que sobreviven a esta crisis son los que mantienen una alta calidad”

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VERTIGO3D / GETTY ¿A quién me creo? La gran cantidad de emisores de mensajes genera confusión en la audiencia, que debe distinguir de quién puede fiarse, según los expertos

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