La Vanguardia

Deshielo y lágrimas

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La histórica reunión entre los presidente­s de las dos Coreas, que sienta las bases del fin del último conflicto de la guerra fría; y el adiós de Andrés Iniesta, al que la historia del fútbol tiene reservado un lugar preeminent­e en su panteón de ilustres del FC Barcelona.

USADO muchas veces como tópico periodísti­co, el adjetivo histórico define esta vez con toda exactitud el encuentro celebrado ayer entre el presidente de Corea del Norte, Kim Jong Un, y su homólogo surcoreano, Mun Jae In. Y es histórico porque es la primera vez desde el final de la guerra de Corea en 1953 que un líder norcoreano pisa territorio surcoreano. Y es histórico porque se ha hablado de trabajar en favor de una desnuclear­ización de la península coreana. Y es histórico porque la posibilida­d de firmar la paz desde que se estableció el armisticio puede materializ­arse este año. Y es histórico, en definitiva, porque una futura reunificac­ión coreana puede llegar a ser algo más que una utopía. Pero histórico no significa definitivo.

La declaració­n final firmada por ambos líderes afirma que las dos partes “reafirman su objetivo mutuo de una península coreana libre de armas nucleares mediante una desnuclear­ización completa”. Es la plasmación de que el deshielo entre el Norte y el Sur comienza a ser una realidad. La paz ha dado un paso importante para vencer a la división, aunque queda mucho por negociar y cualquier acuerdo intercorea­no estará supeditado al papel que desempeña Estados Unidos. Así se evidencia en la declaració­n final cuando se dice que “el Norte, el Sur y Estados Unidos avanzarán activament­e con la organizaci­ón de cumbres a tres o cuatro bandas (léase China) con vistas a establecer un sistema de paz permanente y estable”.

La cumbre tuvo lugar en la Zona Desmilitar­izada que separa los dos países después de que, por primera vez en 65 años, un miembro de la dinastía Kim pisase suelo surcoreano. Es la tercera cumbre entre líderes de ambos países, pero las dos anteriores –en el 2000 y el 2007– tuvieron lugar en Pyongyang. El clima de distensión y cordialida­d entre Kim Jong Un y Mun Jae In es una señal esperanzad­ora para seguir negociando tras años de tensiones verbales y militares culminadas con las pruebas nucleares y balísticas efectuadas por Corea del Norte el año pasado.

Todo pasa por la cumbre que el mes que viene celebrarán Kim Jong Un y Donald Trump, dos personalid­ades imprevisib­les. Ambos mantienen posiciones totalmente o puestas sobre la des nuclear iza ción. El arma atómica es el único argumento de superviven­cia deque pareced is poner Kim, y por ello parece difícil que renuncie a ella sin obtener garantías suficiente­s, que podrían pasar por el reconocimi­ento de Corea del Norte como potencia nuclear a cambio de suspender las pruebas nucleares y de misiles balísticos. Condición difícilmen­te asumible por Washington.

Kim Jong Un ha sabido hacer estos meses de la necesidad virtud y ha jugado hábilmente la baza diplomátic­a. La presencia de deportista­s norcoreano­s en los Juegos Olímpicos de invierno de febrero en Corea del Sur, el viaje de Kim a Pekín para reunirse con Xi Jinping y su anuncio de suspender las pruebas nucleares han puesto las bases que han culminado en este encuentro en la zona sur de la Casa de la Paz de Panmunjom entre dos países que, técnicamen­te, siguen en guerra.

Se han generado grandes esperanzas, pero hay que ser cauto. Las cumbre sin ter coreanas son parte de una negociació­n compleja e imprevisib­le en la que EE.UU. desempeña un papel decisivo, pues de él dependen aspectos clave como la des nuclear iza ció no la retirada de las sanciones a Corea del Norte. Trump también calificó ayer la cumbre de histórica, pero recordó que sólo los hechos venideros permitirán juzgar el alcance de los cambios. Queda mucho por negociar, y el de ayer, con toda su importanci­a, sólo fue el primer paso. El próximo será la cita Kim-Trump.

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