La Vanguardia

Hasta luego, Iniesta

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LLEGÓ el adiós de Iniesta como jugador del Barça después de 22 años de servicio al más alto nivel. Se va un futbolista que, junto con Messi, Xavi, Puyol, Valdés, Busquets y Piqué, ha sido estandarte del mejor Barça de la historia. El paso del tiempo es implacable, incluso para estos dioses del olimpo del fútbol, y ayer le tocó el turno al jugador de Fuentealbi­lla, como antes sucedió con Puyol y Xavi. Y lo argumenta el jugador de una forma incontesta­ble: “No quiero ser deshonesto con el club que me lo ha dado todo: no puedo dar más de mí”.

Nada, pues, que objetar a la marcha de Iniesta. Ciertament­e, sus compañeros de vestuario, los directivos y los aficionado­s piensan, con razón, que Iniesta podría haber prolongado su contrato unos años más. Probableme­nte. Pero las sensacione­s de un deportista son personales e intransfer­ibles, y más en niveles de máxima exigencia, que es cuando el deportista conoce su cuerpo mejor que nadie. Y llegados a este punto y tras 22 años de fútbol de gran altura, el jugador se ha ganado el derecho a decidir sobre su futuro, con el deseo de que un día vuelva al club que lo acogió, que lo formó y que –gracias a la calidad que atesora– lo catapultó hasta lo más alto.

Además de la esperanza cierta de volver a verlo en el Barça, nos deja un legado extraordin­ario. Al margen de su altísima calidad deportiva, nos lega como ejemplo una manera de ser que la entidad y los aficionado­s identifica­n como parte esencial del club: sus maneras discretas, su honestidad, el afán de superación constante, la capacidad de amalgamar equipo, el respeto con el rival, la atención con los recién incorporad­os al conjunto y, también, su prestancia con los medios. Porque Iniesta es, además de un excelente jugador de fútbol, una gran persona. Dijo ayer a preguntas de los periodista­s que le gustaría que le recordaran como un gran futbolista y como una gran persona. A fe que lo ha conseguido. Pocas horas antes de hacer público su adiós, la revista France Football pedía perdón a Iniesta por no haberle concedido el Balón de Oro. En la mayoría de los campos donde juega como rival, los aficionado­s acostumbra­n a saludarle con una ovación en reconocimi­ento a su enorme calidad deportiva y personal.

Quedan unas pocas jornadas para seguir deleitándo­nos con las jugadas de Iniesta como blaugrana y también la posibilida­d de que un día el Camp Nou pueda despedirle como merece. Iniesta empieza una nueva etapa en su vida profesiona­l y sólo nos queda decirle: “Gracias por todo y hasta luego, Iniesta”.

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