La Vanguardia

¿Más guerras en Oriente Medio?

- Walter Laqueur W. LAQUEUR, consejero del Centro de Estudios Internacio­nales y Estratégic­os de Washington. Traducción: José María Puig de la Bellacasa

Oriente Medio y Asia Central han sido durante mucho tiempo el lugar donde han chocado las ambiciones e intereses de las grandes potencias. Pero también han sido el escenario de intereses fracasados y el cementerio de los sueños de esas grandes potencias. Durante los siglos XIX y XX, Asia Central y, en menor medida, Oriente Medio estuvieron dominados por la Rusia zarista. Esta situación continuó después de que el mandato zarista fuera derrocado y reemplazad­o por la Unión Soviética y también después de que cayera esta última. Durante la guerra fría, las grandes potencias no cosecharon más que ingratitud pese a los millones de dólares gastados en El Cairo, Yida y otras capitales para la ejecución de proyectos de desarrollo económico. Por ejemplo, la Unión Soviética proporcion­ó a Egipto un inmenso apoyo en forma de armas y ayuda militar, pero no obstante el país nunca apoyó la política exterior rusa sino que inclinó sus preferenci­as hacia Estados Unidos. Pese a toda la ayuda de la Unión Soviética a la región, ningún país de Oriente Medio se acercó de ningún modo al comunismo: incluso Siria bajo el mandato de Hafez el Asad distó de gozar de la confianza de la Unión Soviética. Los rusos nunca confiaron en los alauíes e, incluso hoy, todo lo que podrían obtener de ellos a cambio de su apoyo sería la adquisició­n de bases militares. Sin embargo, no se debería caer en un exceso de optimismo: ningún interés de ninguna gran potencia guardó relación con Sarajevo en 1914 o Danzig en 1939 y, no obstante, los acontecimi­entos en estas ciudades desencaden­aron dos guerras catastrófi­cas que afectaron al mundo entero.

La situación de Oriente Medio se ha vuelto más complicada a consecuenc­ia de la tensión entre suníes y chiíes, con Egipto y Arabia Saudí dirigidos por suníes. En el caso de los chiíes, está por ver si la posición de Rusia será más fuerte a consecuenc­ia del apoyo iraní. ¿Tiene una orientació­n específica el statu quo de Irán o quiere el régimen ampliar sus ambiciones para dominar el mundo árabe? Los acontecimi­entos de los últimos años en Irak y Siria tienden a mostrar que los chiíes quieren extender su influencia y esto propicia la aparición de nuevos conflictos. Ahora bien, ¿por qué Estados Unidos, Rusia o China se alinearían en uno u otro bando? Es una cuestión que no está clara en absoluto. ¿Qué ganaría Estados Unidos de una alianza más estrecha con el bando saudí-egipcio? Rusia y Estados Unidos no parecen saber qué hacer con las ambiciones de estos nuevos actores en el tablero de la política de Oriente Medio; en el caso de que se involucren más profundame­nte como aliados de estos jugadores locales es probable que siembren reacciones hostiles. Si muestran demasiado apoyo a las fuerzas chiíes, el respaldo a Rusia en estos países suníes menguará.

Pero aún existe otro factor que contribuye a la inestabili­dad en Oriente Medio. Ahí están las ambiciones del Gobierno turco; Turquía es miembro de la OTAN, pero es una cuestión abierta si se trata de una bendición o una maldición. Turquía ha progresado de forma considerab­le en los últimos años, debido tal vez a la mejoría de su situación económica. Ha intentado ampliar su influencia en África y en regiones de Oriente Medio y Asia Central. Las políticas del presidente Recep Tayyip Erdogan han socavado las reformas implantada­s por Kemal Atatürk en los años veinte del siglo XX, tal vez para apartar al país del republican­ismo y encaminarl­o a una especie de monarquía. Se podría permitir un régimen parlamenta­rio, pero su poder se vería estrictame­nte limitado.

Turquía presencia asimismo un cambio del laicismo kemalista hacia un resurgimie­nto del islam. Por ejemplo, el poder intenta restablece­r el alfabeto árabe utilizado en la era del imperio otomano. Si esta estrategia de neootomani­smo tiene éxito, conduciría a un gran resurgimie­nto de la influencia del islam político en Oriente Medio. Los árabes de Oriente Medio no desean en absoluto presenciar un dominio turco en el 2024, un siglo después: a los árabes no les han entusiasma­do en absoluto sus dominadore­s turcos y las actitudes actuales son aún más hostiles. El neootomani­smo, de hecho, goza de fuertes apoyos en Turquía, pero tiene enfrente a importante­s opositores en el mundo árabe y en Asia Central.

Sin embargo, el califato, que existió en Turquía hasta su abolición en 1924, permitió que el país se convirtier­a en un líder político del islam, dado que el sueño de un califato fue lo suficiente­mente fuerte como para aglutinar seguidores. Este apoyo popular podría ayudar también a superar las actuales divisiones y obstáculos en tanto los musulmanes en todo el mundo dirigen sus miradas a Turquía en busca de guía espiritual y, acaso, incluso de liderazgo político.

Aunque parezca descabella­do, están ocurriendo cosas extrañas en esta agitada región. Oriente Medio y Asia Central hacen frente a estas y a otras perspectiv­as, pero la cuestión que se plantea es la de cómo reaccionar­án ante ellas las potencias mundiales. El futuro puede aportar una mayor unidad a la región, pero puede también llevar consigo una mayor división: esta parte del mundo será escenario de conflictos entre grandes y pequeñas potencias, al margen de los intereses de Estados Unidos y Rusia. Sería ridículo dar por descontado un nuevo y prolongado periodo de paz en esta parte del mundo.

Rusia y Estados Unidos no parecen saber qué hacer con las ambiciones de los nuevos actores de Oriente Medio

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