La Vanguardia

Cae Cifuentes, el trono continúa

- Sandra Barneda

El caso Cifuentes es uno más que reescribe lo sabido: si uno desafía al partido o, dicho de otro modo, se siente más fuerte que su propio partido, termina muriendo en el intento. Pablo Iglesias definió hace unos años con acierto la política española como un juego de tronos. Lo cierto es que si cada partido es un reino, las intrigas y conspiraci­ones se suceden en todos ellos. Empezando por el propio Iglesias, que mantiene un pulso encendido con Íñigo Errejón, y terminando por la última muerte política: Cristina Cifuentes.

Sin hurgar en la herida, no son pocos los que ven en el vídeo de la expresiden­ta retenida en un supermerca­do por haber, supuestame­nte, robado dos cremas guardadas en su bolso, una estocada final desde el epicentro del PP. La que hace un año era considerad­a el estandarte del nuevo PP que desafiaba las políticas antiaborti­stas, que apoyaba al colectivo LGBT, o se distanciab­a del peso de los valores católicos en los populares, ha sido desactivad­a cruelmente con unas imágenes difíciles de olvidar y de las que es imposible volver, políticame­nte, a levantar cabeza. No fue un máster falso, sino unas imágenes de hace siete años, que el propio partido conocía y que decidió pasar por alto cuando fue designada candidata. Cifuentes ha sido la última en caer, muy a pesar de su resistenci­a, por “la campaña de acoso y derribo” que ella dice haber sufrido durante años: “La grabación es del 2011 y ya se conocía. Todos ustedes saben que yo he sido espiada, que se han hecho dossiers contra mi persona, que he sido investigad­a. Antes, mientras era delegada del Gobierno y no sé si también mientras he sido presidenta de la Comunidad de Madrid. Con esta cuestión se han traspasado todas las líneas rojas”.

Lo que Cifuentes no ha terminado de entender es que en esta política no existen las líneas rojas, sino la superviven­cia por encima de todo del partido. El pez pequeño termina devorado por el grande. Algunos logran resucitar de entre los muertos, como Pedro Sánchez, que, para sorpresa de la mayoría, logró ganar unas primarias después de haber sido apuñalado por los suyos. Iglesias sigue, aunque pocos quedan de los cinco magníficos que llevaron a Podemos al pódium de la política. Auguro que tarde o temprano terminará cayendo por los suyos o los otros y dedicándos­e a los medios de comunicaci­ón que tanto ha denostado cuando no recibía de ellos el titular deseado.

Los reinos políticos son como Saturno, capaces de devorar a sus propios hijos cuando se ven amenazados. El PP le ha cortado las alas a quien hace un año se postulaba como delfín de Mariano Rajoy; Cristina Cifuentes ha sido reducida al ridículo de los memes, primero por el máster que nunca hizo, y luego por la “sustracció­n involuntar­ia” de dos botes de crema. Ha sido la última política cremá; cremá por los suyos, dejando la plaza de Madrid dispuesta a una nueva batalla por el liderazgo. Ciudadanos vuelve a tener la llave. Garrido, el número dos de Cifuentes, se queda como presidente en funciones, pero tiene pocas papeletas para ser votado como sucesor. Cae Cifuentes, pero el trono continúa. Es momento de mover ficha astutament­e, porque de Madrid dependerá el futuro de otros reinos ahora bañados en color azul que podrían ser arrebatado­s por el naranja, el rojo o el morado.

El PP le ha cortado las alas a quien hace un año se postulaba como delfín de Rajoy; Cifuentes ha sido reducida al ridículo

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