La Vanguardia

En Madrid hay gente para todo

- Llucia Ramis Madrid

Hay otros mundos, y están en Madrid. O como dice mi tía de Chueca: en Madrid hay gente para todo. Incluso Hay vida en martes. Y esta semana la Fundación Telefónica dedica el ciclo a la nueva literatura española. Moderadas por la periodista Inés Martín Rodrigo, varias autoras participan en un acto de formato poco convencion­al. Enrique Flores lo ilustra con viñetas. Y quien quiera puede hacer preguntas, pero siempre a través de un hashtag.

La primera en tomar la palabra es Sabina Urraca, autora de Las niñas prodigio, que se define como cronista de ciertas realidades, se sumerge en ellas para contarlas. Confiesa que acaba de grabar una conversaci­ón en la cafetería. Entre el público está la escritora Aloma Rodríguez. Luego comentará que parte del éxito de esta sesión (durará casi dos horas) tiene que ver con que las butacas son muy cómodas. Además se está fresco, en un día más propio de julio que de abril. En la entrada hay un ascensor enorme, raro y lento. A María Folguera le interesan tanto la acción como la contemplac­ión, dice ante una foto suya de cuando era pequeña; va vestida de trapecista porque estaba convencida de que no tendría límites. Su último libro es Los primeros días de Pompeya.

María Sánchez es veterinari­a rural, profesión de su padre y su abuelo y que tradiciona­lmente ejercían los hombres. Recuerda que los márgenes sustentan las ciudades y la importanci­a de la relación entre animales, personas y paisaje. Es autora de Cuaderno de campo, publicado en La Bella Varsovia, de la que es editora la también poeta Elena Medel. Todas responden a las preguntas sesudas que les hacen los martianos, chavales muy jóvenes que impresiona­n un poco. ¿Cómo se construye una novela a partir del yo? ¿Las redes cambiarán el hecho de que casi todos los críticos sean hombres? Tanto si es así como si no, rompen esa barrera entre el mundillo cultural y los demás. Cabe acabar con los complejos, y en este sentido Kiko Matamoros está teniendo un buen papel. Últimament­e ha recomendad­o entre otros Ordesa , de Manuel Vilas, u Honrarás a tu padre y a tu madre, de Cristina Fallarás. Tiene más de cuatrocien­tos mil seguidores en Twitter, todo un influencer.

Hubo una época en la que Karmele Marchante ponía un libro en un atril, en el Sálvame. No hablaba de él, simplement­e estaba ahí. Álvaro Colomer le mandó un ejemplar de Los bosques de Upsala. Y pese a que en estos lares culturetas nadie ve ese programa, casualmeny te todo el mundo le comentó que había visto expuesta su novela. Se diría que en estos lares culturetas tampoco interesa el fútbol, pero en el Club Matador un “gol” sonoro llega del salón contiguo, donde se retransmit­e un partido de la Champions en pantalla gigante. Desde que el lunes recibió el premio Cervantes, Sergio Ramírez no para. Ahora le cuenta a Luisgé Martín que sus nietos son la mitad del Barça y la otra del Real Madrid. A él le interesa más el beisbol. En las paredes se exponen las pinturas donadas por los socios, durante seis meses. Una de las normas del club es que no puede utilizarse el móvil para grabar, hacer fotos ni hablar por teléfono, salvo en un despacho.

Horas antes, ha dimitido la presidenta de la comunidad, Cristina Cifuentes. Martín recuerda que Ramírez presentó Ya nadie llora por mí el mismo día que Puigdemont “proclamó la independen­cia tres minutos después proclamó que la aplazaba”. Había mucha tensión, y el autor creyó que no iría nadie, pero la sala se llenó. La situación en Nicaragua es terrible. “En América Latina vivimos como si la corrupción fuera una piel que viste la democracia”, dice. Y no se trata de ideología, añade, “la lista de presidente­s presos o prófugos por corrupción es infinita”. Pero “uno escribe siempre en medio de la tormenta” y busca el conflicto, la contradicc­ión. En cualquier caso, “la novela es un espacio crítico, no tiene una afiliación política, porque entonces nace muerta”. La directora de Alfaguara, Pilar Reyes, dijo en cierta ocasión que Ramírez escribe entre cuatro paredes, pero con las ventanas abiertas.

Hablan de Kafka, de Borges, de Rubén Darío y de que lo mejor del siglo XX fueron los años sesenta. Hablan del boom y de Rayuela ,un libro anárquico que lo destruía todo, una manera de ser rebelde que “fue la Biblia de nuestra generación”. Antes de cenar, Martín recuerda que Ramírez tiene un libro titulado Lo que sabe el paladar . El mío tiene claro que no volverá a probar las alitas de pollo, después de que mis acompañant­es pidieran más o menos un millón, en un clásico de la ciudad, el Santos; allí acabamos tras una presentaci­ón en La Buena Vida. Donde estaba antes la librería, hay un local de lavadoras y consignas. Patricio Pron no se quedó a probar las alitas. José Hamad se ha incorporad­o como editor en Sexto Piso. Antonio Jiménez Morato cambió mi vida al enseñarme el dictáfono de mi móvil. Carmen Mercedes Cáceres, que es argentina, explicó que los robots telefónico­s nunca entienden su nombre, porque pronuncia las ces como eses. Andrés Barba confesó que suele soñar que se pelea con Sergio Ramos. Entonces el Atlético marcó, y él se desgañitó. En el bar había un escudo del Real Madrid. Y ahora, en el AVE de vuelta a Barcelona, el editor de Libros del Asteroide, Luis Solano, lee esto desde el asiento de al lado.

La primera en tomar la palabra es Sabina Urraca, que se define como cronista de ciertas realidades

Se diría que en estos lares culturetas no interesa el fútbol, pero en el Club Matador llega un “gol” sonoro del salón contiguo

 ?? JAVIER ARIAS / CORTESÍA FUNDACIÓN TELEFÓNICA ?? Nueva literatura española Inés Martín Rodrigo, María Sánchez, Elena Medel, Sabina Urraca y María Folguera en el ciclo Hay vida en martes,
JAVIER ARIAS / CORTESÍA FUNDACIÓN TELEFÓNICA Nueva literatura española Inés Martín Rodrigo, María Sánchez, Elena Medel, Sabina Urraca y María Folguera en el ciclo Hay vida en martes,
 ?? LLUCIA RAMIS ?? Un clásico en Madrid José Hamad, Luis Solano, Carmen M. Cáceres, Andrés Barba y Antonio Jiménez Morato en el Santos, al salir de La Buena Vida
LLUCIA RAMIS Un clásico en Madrid José Hamad, Luis Solano, Carmen M. Cáceres, Andrés Barba y Antonio Jiménez Morato en el Santos, al salir de La Buena Vida
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En el Matador Luisgé Martín y Sergio Ramírez, premio Cervantes, en el Club Matador, un lugar donde no se puede utilizar el móvil ni para grabar ni para hacer fotos o llamar
CLUB MATADOR de la Fundación Telefónica En el Matador Luisgé Martín y Sergio Ramírez, premio Cervantes, en el Club Matador, un lugar donde no se puede utilizar el móvil ni para grabar ni para hacer fotos o llamar
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