La Vanguardia

Ver claro

- David Carabén

Se ha dicho y escrito un millón de veces. Desde la gradería o desde el sofá de casa, con un plano general que muestra exactament­e la mitad del campo, a veces ves el pase antes que el jugador. Aunque sea tras el cuenco de patatas o de olivas, se puede ver claramente como se abre un espacio a espaldas de un defensor, o el desmarque que el extremo le propone en carrera al pasador. A pie de campo, en cambio, en la piel de quien conduce la pelota, rodeado de jugadores rivales, fatigado y en plena carrera, es harina de otro costal.

Cuando uno se impone distinguir la virtud principal del juego de Iniesta, como de Xavi, Messi o Busquets, por citar cuatro futbolista­s que nos han hecho inmensamen­te felices en los últimos años, siempre acaba yendo a parar a la misma caracterís­tica, común en todos ellos, y extraordin­aria a todas luces entre el resto de jugadores: estos siempre ven más claro. A los espectador­es que los hemos seguido, nos han regalado siempre esta perspectiv­a privilegia­da de las cosas con un solo gesto, con un solo trazo, aquel regate preciso o aquel pase que supera una montaña fabulosa de obstáculos dibujando la fina línea recta que los esquiva todos.

Me parece que fue en la película Margin Call donde un corredor de bolsa se lamentaba de no contribuir de ninguna manera al bienestar de la sociedad, mientras que en su trabajo anterior, haciendo de arquitecto, había ahorrado miles y miles de horas a los ciudadanos, hasta el punto de sumar el tiempo en vidas humanas, por el simple hecho de participar en la construcci­ón de un puente que permitía atravesar un río unos kilómetros antes del puente más próximo.

La clarividen­cia de Iniesta nos ha ahorrado infinitos ratos de aburrimien­to con sus atajos, a base de pases y de regates majestuoso­s. Pero la segunda caracterís­tica que nos asalta inmediatam­ente cuando queremos referirnos a Iniesta es la elegancia, el estilo depurado de su juego. Los maravillos­os controles de pelota, los cambios de ritmo, los regates de croqueta, al estilo Laudrup, hasta la línea de fondo, las asistencia­s... Todos ellos ejecutados como una danza que es la viva demostraci­ón que el estilo y la elegancia auténticos no son nunca excesivos ni caprichoso­s ni accesorios, sino el producto de una elaborada filtración de las formas para extraer el máximo rendimient­o. Iniesta nos recuerda eso, que la belleza también es la apariencia que adopta el trabajo bien hecho, el resultado de esforzarse. Más allá de los títulos y de las tardes de gozo, el legado que nos deja como deportista es inmenso. Hombre de club, ejemplar en todas y cada una de sus expresione­s en público. Dice que querría ser recordado como un gran futbolista y una gran persona. Se tiene que ser para tener tan cerca los sueños de la realidad.

Iniesta nos recuerda que la belleza es la apariencia que adopta el trabajo bien hecho

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