La batalla sigue 20 años después
Para evitar cualquier duda o suspicacia, la curtida banda galesa no deja la más mínima posibilidad de pensar que ha aflojado la presión sobre el acelerador: desde el minuto uno de este incandescente álbum número trece en su discografía, la fuego arde como en sus mejores tiempos. Ello abarca desde el papel líder vocal de James Dean Bradfield, que recupera aquí el fulgor de antaño, por ejemplo de aquel Everything must go de 1996, un fulgor que sirve para sacar toda la esencia comprometida de las letras escritas por Nicky Wire.
Esta sensación de traslación sin ruptura entre compositor y cantante hay que añadirla a la nítida sensación de encontrarnos ante un sonido limpio y no elaborado, como si se hubiese echado mano de las primeras tomas de las grabaciones de las canciones. Lo que permanece también en el acerbo ya clásico de los Manics es su gusto por la contradicción, como la que fa con el que abren el volumen, el titulado People give in en el que gravita en la lirica una sensación de derrota en total oposición a una música –cuerdas luminosas, una campanilla, el groove de un contrabajo– que invita ala esperanza, al optimismo. En ello tiene mucho que ver la entrega y el entusiasmo que derrocha Bradfield, que además dimensionan el contenido de las canciones, que como suele ser norma rezuman poso político, como testimonia especialmente Broken algorithms. La conclusión es clara: la batalla contra el status quo permanece invariable veinte años más tarde.