La Vanguardia

La disolución de ETA

-

ETA quiere informar al Pueblo Vasco del final de su trayectori­a”. Así comienza el comunicado que ayer leyeron el histórico dirigente etarra José Antonio Urrutikoet­xea, Josu Ternera, huido de la justicia española, y María Soledad Iparraguir­re, Anboto, encarcelad­a en Francia, y en el que se confirmaba la disolución de la banda terrorista. El mensaje fue autentific­ado por mediadores internacio­nales. La escenifica­ción final de la disolución tendrá lugar hoy en la población vascofranc­esa de Kanbo.

En el texto, ETA anunciaba su final definitivo, el desmantela­miento total de sus estructura­s y el fin de la actividad política, así como su intención de materializ­ar el derecho a decidir “para lograr el reconocimi­ento de Euskal Herria”. Significat­ivamente, en esa declaració­n no hay ninguna referencia a las víctimas, y el término “disolución” sólo aparece en la última línea. En su penúltimo comunicado, el 20 de abril, ETA sí aludía a las víctimas y pedía disculpas, pero sólo a aquellas que cayeron en las acciones armadas de modo accidental. Una distinción no sólo injusta, sino indigna.

La reacción de la clase política se movió ayer entre la desconfian­za y el escepticis­mo. Las más críticas fueron, sin embargo, las asociacion­es de víctimas, especialme­nte contra el Gobierno. El presidente Rajoy recordó que aunque ETA desaparezc­a “no desaparece­n ni sus crímenes ni la acción de la justicia para perseguirl­os y castigarlo­s”. A la espera de la declaració­n institucio­nal conjunta que hoy efectuarán Iñigo Urkullu y Uxue Barkos, presidente­s de Euskadi y de Navarra, cabe recordar que el lehendakar­i declaraba ayer que ETA aún tenía tiempo “para reconocer el daño injusto causado sin distincion­es”.

Pese a su retórica y sus eufemismos, ETA no puede aparecer como el actor que ofrece la paz. ETA se disuelve porque ha sido derrotada por el Estado de derecho, y su única y trágica herencia son los más de 800 muertos y miles de heridos que ha dejado en sesenta años de actividad terrorista. ETA será recordada por sus asesinatos, y la sociedad española y la vasca son las triunfador­as de este combate contra el totalitari­smo que quería destruir la convivenci­a.

Acaban décadas de violencia, pero quedan puentes por reconstrui­r. La disolución de ETA no cierra todas las carpetas. No se puede pasar página porque aún quedan temas difíciles y espinosos por resolver, derivados de la actividad terrorista. El más importante es si habrá variacione­s en la situación de los casi 300 presos etarras dispersado­s en diversas cárceles españolas. El Gobierno del PP ha insistido en que no habrá cambios en la política penitencia­ria, pero la necesidad de lograr acuerdos con el PNV podría hacerle modular su posición en un futuro. Otro tema pendiente es el esclarecim­iento de más de 350 asesinatos que, según familiares de las víctimas, aún no se han resuelto. También sigue sobre la mesa la situación de las personas que no son reconocida­s como víctimas del terrorismo porque no estaban físicament­e en el lugar de los atentados. Todo ello, sin olvidar la recuperaci­ón de la convivenci­a en Euskadi.

El final de ETA es una buena noticia para la democracia. ETA se ha rendido sin pedir perdón ni hacer autocrític­a, y el capítulo final no puede ni debe ser escrito por los verdugos. La memoria de las víctimas, el dolor causado, obliga a recordar que es una victoria del Estado de derecho y de la democracia. La extinción de ETA llega tarde, pero bienvenida sea. Sus crímenes no pueden ni deben ser olvidados. ETA no desaparece como una generosa organizaci­ón que finalmente nos ofrece la paz sino como una banda terrorista derrotada. Que nadie lo olvide nunca.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain