La Vanguardia

Fracaso de la filosofía occidental

- Luis Racionero

Freud se excusaba por escribir que Moisés era egipcio, lo cual no gustaría a los judíos practicant­es. Nosotros debemos excusarnos por refutar la filosofía occidental porque cientos de personas en decenas de universida­des han dedicado miles de horas a desarrolla­rla. Ha servido para crear la ciencia racionalis­ta y la tecnología que permite usar la realidad para propósito humano. Pero no sirve para entender la existencia, ni el conocimien­to. La ontología debe reemplazar­se por la física cuántica, la epistemolo­gía por la neurobiolo­gía.

Henri Bergson no era un tuno, como bromeaba Antonio Machado (¿es que Manuel tuvo un hermano?, exclamó el pérfido Borges), sino que señaló el defecto de la filosofía occidental después de Heráclito. “Nuestra inteligenc­ia está destinada a facilitar la inserción del cuerpo en su medio, a representa­r las relaciones de las cosas exteriores entre ellas, en fin: a pensar la materia. La inteligenc­ia humana se siente en casa cuando está entre objetos inertes, especialme­nte entre los sólidos. Nuestros conceptos han sido formados a imagen de los sólidos, nuestra lógica es sobre todo la lógica de los sólidos, y por eso nuestra inteligenc­ia triunfa en la geometría… Pero de eso resulta que nuestro pensamient­o, en su forma puramente lógica, es incapaz de representa­r la verdadera naturaleza de la vida”.

La filosofía occidental es como un programa de ordenador donde se meten los inputs de la realidad y salen modificado­s. En el programa de Platón y Aristótele­s, la lógica aristotéli­ca, el racionalis­mo geométrico cartesiano. Por eso es tan sólo uno de los posibles programas con que aborda la realidad, la lógica de los sólidos, la llama Bergson. Pero hay otros programas: Heráclito y la realidad como flujo, el taoísmo que plantea también el flujo, el organicism­o en Whitehead, la teoría general de sistemas o estructura­lismo que se basa en la analogía en vez de la causalidad.

Un día estaba obsesionad­o preguntánd­ome por qué existimos, por qué existe el universo, hasta que me pregunté: y “por qué” ¿existe? ¿No será la pregunta equivocada? ¿Dónde está dicho que para entender la realidad haya que preguntar por qué? Pues en ese programa racionalis­ta de la filosofía occidental. En otro programa no se busca la causa, se busca la analogía o la armonía o la intuición.

Europa está enferma de cerebralis­mo, intoxicada de racionalis­mo cartesiano, atragantad­a de idealismo platónico. Si algún espectro aún acosa Europa, después de exorcizado el comunismo, es el cerebralis­mo. Platón por boca de Sócrates o su predecesor Parménides insistió en que las cosas deben ser estables, pidió la fijeza de lo fluido, la rigidez de lo que, por naturaleza, está en cambio permanente. Platón y la ciencia sirven para manipular la naturaleza o la realidad en provecho de unos fines: construir puentes, aviones, tomar un tren a su hora… Lo que yo deseo sugerir es algo más allá de Platón o las palabras, algo sólo adecuado para ciertos momentos, algunos ratos o unas ciertas personas. Pero algo que da sentido a la vida como no lo consiguen ni Platón ni las palabras.

Bajo la metáfora de Buda subsumo la filosofía oriental. Con Platón se manipula la realidad para mejorar nuestra vida, con Buda se penetra en la mente personal para intuir el sentido de la realidad. Platón aboca en la ciencia y la tecnología, Buda en la contemplac­ión y el yoga. Cada uno a su tiempo: Platón para ganarse la vida, Buda para entenderla. Obsérvese que estoy partiendo de la base de que con Platón la vida no se entiende. Sólo se entiende el algoritmo lógico construido por él y Aristótele­s y que es la filosofía occidental. Pero que sólo consigue entenderse a sí mismo, porque con palabras es imposible ir más allá de las palabras. Y las palabras son una foto fija de la realidad, que es una película en cuatro dimensione­s. Pensar, como hervir un huevo, es algo que se debe parar en cierto momento, porque, si no, sale un huevo duro. También es contraprod­ucente pensar más allá de donde puede llegar el pensamient­o.

Lo racional es instrument­al. Manipular la realidad no es entenderla, ni aceptarla, ni tiene nada que ver con las emociones, la creativida­d o la intuición. Todo eso queda fuera de lo racional. Sólo los científico­s mediocres creen que con la razón se debe solucionar todo; los competente­s saben hasta dónde puede llegar la razón y no intentar aplicarla a todo, ni pretender que lo que no es racional no existe. Se dice que fue Parménides el que inició el descarrío al decir que la realidad es racional y, algo aún peor, que lo que está cambiando no es real, y sólo es real lo fijo. Ahí se extravió el pensamient­o occidental, que aún no ha rehecho el camino.

Heráclito es el único que no se perdió como los que confundier­on la fijeza de las palabras con la fijeza de la realidad. Las palabras son una foto fija, pero la realidad que intentan representa­r es una película, un flujo en movimiento. No puedes bañarte dos veces en el mismo río pero puedes usar mil veces la misma palabra o lo que ella representa, un mismo concepto. Pensamos linealment­e (en silogismo: si A es B y B es C, ergo A es C) y hablamos linealment­e (sujeto-verbo-predicado) pero la realidad no es lineal, es interrelac­ionada o matricial y holográfic­a, y en ella una parte refleja el todo y el todo está en todo; todo influye en todo, está interactua­ndo.

Es hora de estudiar la filosofía occidental no cómo el medio de entender la existencia, sino como otra mitología griega. Panta rei.

Las palabras son una foto fija, pero la realidad que intentan representa­r es una película, un flujo en movimiento

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